EL CUENTO MÁS CORTO Y MÁS FELIZ DEL MUNDO

REFLEXIONES EN TORNO A LAS IDEOLOGÍAS PATRIARCALES ARRAIGADAS


Licda. Andrea Dotta Brenes

Licenciada en Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica, estudiante de la Maestría en Tecnología Educativa de la Universidad Estatal a Distancia


Resumen

En este ensayo se reflexiona acerca de la ideología patriarcal vigente en la realidad costarricense. Se analiza la visión dicotómica de la cotidianeidad con respecto al significado de lo que es ser mujer y lo que es ser hombre, concepciones que continúan dándole orden y estructura a las relaciones sociales, a la manera de vivir y a la forma de interpretar la realidad.

Este ensayo se refiere a un tema único y estudia algunos de sus matices con el propósito de destacar la necesidad imperante de re-pensar y re-leer la realidad para transformarla a partir de los espacios del ejercicio profesional y del diario vivir.

Palabras clave

Patriarcado, visión dicotómica, estructuras sociales, ideología, género. summary

The following essay is a reflection about the patriarchal actuality that is still present in the Costa Rican reality. A dichotomy point of view of the daily life regarding the significance of what it means to be a woman and what it means to be a man, also the ideology that continues dictating order and structure to social relationships, towards the way of living and the way in which we interpret reality.

This is an essay that only has the intention, to reflect upon a topic that conveys us, that deals with some of its nuances with the only purpose of emphasizing the prevailing need to re-think and re-read reality.

Key Words

Patriarchy, Dichotomy point of view, Social Structures, Ideology, Gender introducción

 En mi condición de mujer, hablar de patriarcado no solo implica el estigma de ser feminista, según una connotación negativa, sino que, en la actualidad, significa también enfrentar a quienes lo consideran un tema acabado; pues si ya podemos votar, trabajar y tomar decisiones, el patriarcado llegó a su fin. El machismo, dicen muchos y muchas, ya no existe.

La forma de comportarnos, la manera de relacionarnos con otras personas, los mensajes y la simbología a la que estamos expuestas y expuestos todos los días, indican lo contrario.

Esta reflexión representa exactamente eso, una reflexión desde una vivencia cotidiana que ejemplifica el re-pensar y el re-leer la estructura patriarcal desde una experiencia ordinaria.

• el cuento más corto y más feliz del mundo La simbología de los mensajes cotidianos

Hace mucho tiempo tuve una fuerte decepción amorosa, como es habitual en muchas mujeres. Cuando esto nos pasa sentimos, de manera descontrolada, enojo, tristeza, desesperación, desolación entre tantos otros sentimientos que nos arrebatan como un torbellino y cambian nuestra visión de mundo de forma catastrófica como si realmente fuera el fin.

Cuando experimentaba esos sentimientos que inducen a conductas de aislamiento, depresión y culpabilidad, alguien me envió por correo electrónico el siguiente mensaje:

“El cuento más corto y más bonito que haz leído en tu vida:

Había una vez una muchacha que le preguntó a un chico si se quería casar con ella. El chico dijo “no”, y la muchacha vivió feliz para siempre, sin lavar, cocinar y planchar para nadie, saliendo con sus amigas, saliendo con quien quisiese, gastando su dinero en sí misma y sin trabajar para ninguno. FIN.

¡El problema es que de chiquitas, no nos contaban estos cuentos!

¡Y NOS JODIERON CON EL PRÍNCIPE AZUL!”

En ese momento mi arrebato de desolación incurable terminó, pues este mensaje refleja tantas estructuras sociales, tantos significados y significantes, esquemas de pensamiento construidos socialmente, roles, atribuciones establecidas de acuerdo con el sexo fisiológico y biológico así como errores de pensamiento, que me pareció fundamental escapar de mi triste estado sentimental para dilucidar con mayor profundidad sus alcances.

El mensaje es claro a lo largo de nuestra vida, a las mujeres se nos ha enseñado que para considerarnos útiles, completas y felices necesitamos de un hombre a nuestro lado - esposo, marido, compañero - que nos haga experimentar esas sensaciones.

Si desde niñas nos enseñaran a SER PARA NOSOTRAS MISMAS y no a SER PARA OTROS, los índices de violencia doméstica y el “femicidio” bajarían, así como el gasto en salud mental con respecto a problemáticas como la depresión, la ansiedad, etc. Entonces…

• ¿Cuál es el cuento que nos cuentan de chicas?

Aprendizaje de las estructuras sociales desde el patriarcado

Desde hace más de cinco siglos, la sociedad, sin importar país, idioma, clase social, religión o etnia, ha vivido bajo la estructura social del patriarcado, y ha creído que este orden social es natural, que no es controlado por las personas, sino que esta es la forma lógica en que las sociedades y las personas que las constituimos debemos organizarnos, actuar cotidianamente, y aceptar esas disposiciones sin consideraciones adicionales.

El patriarcado implica una estructura social basada en el “pater familias”, el hombre de la familia, que es el centro de la sociedad, por eso el hombre asume de manera “natural” una condición de poder que le atribuye el dominio y el control sobre todo aquel que no sea hombre, las mujeres.

Es importante preguntarse, ¿cómo asumen como propio este poder?, la autora Vega (2004) indica que un factor fundamental de este proceso es el descubrimiento del papel preponderante del hombre en la fecundación de niños y niñas, puesto que, antes de existir el patriarcado existió el “matrilineado”, que señalaba que la mujer por llevar al bebé en su vientre, dar a luz y alimentarlo sin necesidad de la presencia masculina, era considerada una diosa.

Además, como la mujer da a luz a los niños y niñas, se le adjudican las propiedades para que las utilice y distribuya en beneficio de la familia, por eso ella detentaba el poder.

Del Valle (2005, p.17) explica que

Con el desarrollo de los medios de producción y las relaciones de producción, aparece la propiedad privada y con ella se modifica la relación entre el hombre y la mujer, que les lleva a una nueva forma de familia y de matrimonio, donde se limitan los derechos y posibilidades femeninas con el objetivo de que desaparezca la poligamia para la mujer, para garantizar así un sólo progenitor de los hijos, los cuales serían los únicos beneficiados y herederos de las riquezas del hombre, es decir surge de esta manera el matrimonio monogámico.

El matrilineado se extingue cuando se comprende la importancia del papel que cumple el hombre en la procreación, al saberse imprescindible para el proceso de fecundación entiende que comparte el poder sobre los hijos e hijas y, por lo tanto, sobre las propiedades y los bienes.

Como explica Vega (2004), para que el hombre pueda ejercer control sobre los hijos e hijas y sobre las propiedades y bienes, debe asegurarse de que esos niños y niñas son, de hecho, sus hijos e hijas biológicas. Ante la ausencia de pruebas de paternidad, surgen la virginidad, el matrimonio y la fidelidad como herramientas para asegurar su descendencia y, en consecuencia, el control sobre las pertenencias y los bienes, de esta manera se instauró el patriarcado.

Facio (2002, p.64) define al patriarcado como

Un sistema que justifica la dominación sobre la base de una supuesta inferioridad biológica de las mujeres. Tiene su origen histórico en la familia, cuya jefatura ejerce el padre y se proyecta a todo el orden social. Existen también un conjunto de instituciones de la sociedad política y civil que se articulan para mantener y reforzar el consenso expresado en orden social, económico, cultural, religioso y político, que determina que las mujeres como categoría social siempre estarán subordinadas a los hombres, aunque pueda ser que una o varias mujeres tengan poder.

La concepción de la mujer como una diosa de la fecundación, pues ella pierde sus “poderes” de deidad al conocerse que no se embaraza sola. A partir de ese momento, el hombre es considerado un dios, concepción que afianza a las religiones monoteístas, que adquieren un papel preponderante en la instauración, promulgación y mantenimiento del patriarcado.

Con el transcurso  de los años, la sociedad concibe este poder como “natural”, de la misma forma en que anteriormente se creía que la mujer era una diosa. Se asume como dogma que el poder proviene de dios y que este es un designio divino incuestionable. Esta concepción explica la superioridad del hombre sobre la mujer y le confiere significado al ser hombre; le otorga un valor diferente al hombre en relación con la mujer y, por lo consiguiente, le atribuye un conjunto de derechos significativamente distintos.

Esto lo apunta Facio (2002) cuando explica que la ideología patriarcal no solo marca la diferencia entre los hombres y las mujeres, sino que lo hace con fundamento en la inferioridad biológica de la mujer pues además se considera inherente a ella. No obstante, el grado de esta inferioridad es concebido de manera diferente en cada sociedad, aunque la mujer siempre tiene una posición de desventaja.

También se hace referencia a esta inferioridad cuando la mujer queda embarazada, da a luz y amamanta, pues no puede realizar trabajos físicos de velocidad y fuerza (como si el alumbramiento no constituyera una hazaña de fuerza en sí mismo), como la caza por ejemplo. Es por eso que estas actividades las realiza el hombre. Además, por permanecer durante largos periodos fuera o lejos del hogar, se le atribuye el espacio público y, por el contrario, a la mujer, que se mantiene más tiempo en el hogar, se le asigna el espacio privado. Se establece, de esta manera, el espacio de dominio cada género.

Esta división es fundamental, porque determina, a partir del género, la forma en que nos relacionarnos los seres humanos. Por ejemplo, el hombre al estar fuera del hogar tiene más oportunidad de relacionarse con otras personas y otros grupos sociales, a la mujer, por el contrario, se le priva de esta oportunidad al estar, la mayor parte del tiempo, en un mismo lugar: la casa.

Si se entiende que el ámbito de lo privado es el hogar, lo doméstico, la familia, así como la atención de las personas que utilizan o viven en ese espacio: el esposo, hijos o hijas, personas adultas mayores entre otros, corresponderían al dominio de la mujer. El espacio del hombre, lo público, se refiere a los espacios políticos, económicos, de toma de decisiones y de producción; las actividades que se realizan fuera del hogar, todo lo demás.

De acuerdo con Lagarde (1992), a partir de la relación desigual capital/trabajo, el poder queda en manos de los hombres, pues ellos son los que se desenvuelven en estas esferas, los que dominan, controlan y deciden sobre otras personas. Concepción que origina la visión androcéntrica, que ubica al hombre en el centro de la sociedad, y que asume lo masculino como modelo para evaluar a las otras personas, es decir, a las mujeres.

Lagarde (1992), continúa explicando que el poder de la mujer se basa en lo maternal como esposas y, en lo erótico, como amantes; amabas dimensiones están orientadas a satisfacer las necesidades de otras personas, entonces la vida funciona en pos de alguien más, y el tiempo de las mujeres se reduce al de la espera para servir, en contraposición al tiempo del hombre que vive en el presente, en el ahora. La vida es para él porque puede tomar sus decisiones en el momento en que lo desee, sin esperar.

Matus (1999) explica que la subordinación de la mujer en el hogar le impide participar en lo público, deliberar sobre sus necesidades y, consecuentemente, actuar en defensa de sus intereses o necesidades; se encuentra siempre a la espera de que los otros tomen las decisiones.

La mujer siempre ha estado subordinada a otras personas, a su padre, luego a su esposo, a sus hijos e hijas y, posteriormente, a cuidar de su padre o madre (o de la madre o el padre del esposo). Mientras que el hombre puede ir libremente del espacio público al privado cuando y como lo desee.

Como he venido explicando, esta manera de vivir la cotidianeidad según la condición de género se creía naturalmente asignada, universal y atemporal. Como indica Lagarde (1992), la identidad de género es una cualidad histórica que desentraña lo que significa ser hombre y lo que significa ser mujer en sus múltiples dimensiones ( se entiende dimensión como palabra que entiende que la realidad es dialéctica pues en ella hay múltiples espacios que conforman una red, y no como un posicionamiento lineal y divisorio de la vida,), de acuerdo con la edad, el país, la religión, la clase social, la adscripción política, la salud, la etnia, entre otros.

En otras palabras, nacemos en un entorno donde existen condiciones sociales que nos enseñan qué es ser hombre y qué es ser mujer. De acuerdo con Vega (2004); la identidad de género es aprendida como producto sociocultural, como construcción simbólica para mantener el patriarcado, y es transmitida por las distintas instituciones: escuelas, iglesias y familia; por los signos y los símbolos que también transmiten significados y significantes; por el lenguaje, en sus canciones, leyendas, chistes, refranes y dichos.

Estas construcciones simbólicas se heredan de generación en generación, organizan muestro modo de vivir, actuar, pensar y sentir, crean mitos a los que se les asigna un valor, son reales, significativos e imprescindibles. La misma autora considera que algunos de los mitos que contribuyen a crear la identidad de género son:

El sacrificio como disposición natural de las mujeres. Por estar la vida de la mujer en función de otras personas, el sacrificio se convierte en un valor necesario para suplir las necesidades de todas las personas que las rodean, excepto las de ellas mismas. La consideración de que carreras como enfermería, educación o trabajo social son profesiones femeninas se explica cuando observamos mujeres que cuidan a sus hijos e hijas sacrificando su realización profesional o que cuidan a su padre o madre enferma. explican por qué

El sufrimiento, como valor que dignifica, basado en el sacrificio y en creencias religiosas que lo fomentan como un valor positivo y que posibilita el acercamiento a Dios, tal y como lo hizo María.

El pudor y la vergüenza como formas de represión de la libertad sexual referida a las mujeres. Estos condicionamientos crean, además, un mecanismo de control.

El matrimonio como único espacio legitimado de relaciones hombre/mujer y del desarrollo de la sexualidad y la maternidad, concepción que se apoya en el pudor y la vergüenza ante la sexualidad. Esto permite a los hombres asegurarse de que los hijos o hijas que tiene una mujer son suyos, y  refuerza la dicotomía: espacio privado/mujer, espacio público/hombre.

Estas construcciones simbólicas consideradas también productos socioculturales, nos indican cómo debemos comportarnos en relación con nuestro sexo biológico. Estas pautas se denominan roles de género.

El patriarcado presenta una visión dicotómica de la realidad, se es una cosa u otra, u hombre o mujer, niño, niña o persona adulta, no existen posiciones intermedias.

A la mujer se le atribuyen formas de pensar, sentir y actuar de acuerdo con su sexo biológico, roles de género que está en la obligación de asumir y cumplir para tener un lugar dentro de la sociedad, y no ser marginada o excluida de ella.

Siguiendo la línea de pensamiento dicotómico del patriarcado, la autora Lagarde (1992) explica que (para países de tradición católica) la mujer solo puede tener dos dimensiones, la de madre, con las características derivadas de la Virgen María, por lo tanto, llena de estigmas religiosos, y la de amante, en función de las necesidades sexuales “incontrolables” del hombre.

• ¿Qué tiene que ver la idea del amor con todo esto?

Desde pequeñas nos enseñan que el amor le da sentido a nuestra vida, y que solo lo conseguiremos por medio de un hombre, pero no se trata de un amor sin más, sino del amor impregnado de sacrificio y devoción, tal y como lo manifestó la Virgen María en su momento. Sin el amor hay un vacío en nuestras vidas, se nos enseña a esperar nuestra “media naranja”, como explica Vega (2004), el valor interno de la mujer se proyecta en la presencia del otro, lo que supone un alto grado de compromiso ante una relación o un matrimonio, pues esta es una forma de terminar con el vacío, de llenarlo. La idea del amor romántico exalta la necesidad de un hombre al lado para ser alguien completo.

Como máxima expresión de las características de abnegación y sacrificio, no solo se nos exige satisfacer las necesidades de un esposo, sino la de la maternidad, no como opción de vida, sino como obligación de toda mujer, para demostrar que realmente es mujer.

No basta con que la maternidad no sea opción, a esto se le agrega que el trabajo asignado, el de reproducción, de cuido y de manutención del hogar termina siendo invisibilizado, pues no representa ningún poder válido o validado, como se analizará más adelante.

Aunque la mujer se encargue del hogar, es el hombre quien tiene el poder de decisión; además, las labores domésticas no producen ningún bien material por lo que su valor, en un mundo capitalista que gira en torno al dinero, es menospreciado.

Las labores del hogar no se consideran un trabajo “per se”, sino un rol desempeñado por las mujeres como parte de su identidad de género, por lo que, según esta percepción, la mujer nace con el instinto de ama de casa dentro de sí, su naturaleza de género le indica que debe limpiar, aplanchar, lavar, cocinar, barrer, criar hijos e hijas, tender camas y sacudir muebles y lo hará porque eso la hace feliz.

Ante este planteamiento, Facio (2002, p.59) indica que

Es así como de una explicación biologicista (sexista) de las diferencias entre hombres y mujeres (en realidad justificaciones de los privilegios masculinos), pasando por teorías que tal vez pecaron de simplicistas o esencialistas ( las teorías del sistema de sexo/género) se llegó a una ( la teoría de las relaciones de género) que devela el esfuerzo de la ideología patriarcal por naturalizar procesos sociales y que demuestra que la creación de seres heterosexuales con una identidad de género aprobada por su sociedad, se debe a un proceso social extremadamente complejo y profundamente no natural. Una teoría que concibe el sexo como una relación vivida y mutable, es decir, que insiste en su naturaleza relacional. De ahí que ahora se entienda que el género es construido no con base en algo inmutable, sino con relación al otro género, tan mutable e histórico como él mismo.

En su dimensión de amante la mujer utiliza su cuerpo como instrumento erótico que encarna los deseos animales del hombre, que deben satisfacerse cada vez que se requiera (y esto también las va a hacer felices, pero no porque lograron la propia satisfacción sexual, sino porque han cumplido un deber), pero los deseos sexuales de una mujer se conciben de manera negativa, por lo que provocan culpa y vergüenza.

Una mujer que expresa y desarrolla sanamente su sexualidad es vista como una persona promiscua, sin valores y, definitivamente, no es la mejor opción para un matrimonio; quién no ha oído el famoso refrán “Es mejor ser deseada y no sobrada”.

Ambas dimensiones le atribuyen a la mujer características de fragilidad, vulnerabilidad, sentimentalismo, delicadeza y dependencia, que la convierten en el complemento del hombre, por el contrario, la visión dicotómica del patriarcado considera que el hombre representa o debe representar lo opuesto a la mujer.

Como se ha explicado  se asignan características opuestas a cada sexo, y lo masculino es el referente, pues define a su apuesto, lo femenino. En relación con este tema Facio (2002) señala que la sensibilidad es la ausencia de racionalidad, la subjetividad es la ausencia de objetividad, de esta manera el pensamiento no debe contemplar sentimientos y la razón debe estar libre de emociones, es así que la mujer no solo es lo opuesto al hombre, sino que, además, es una versión negativa de él.

  Y, ¿qué significa ser hombre?

La presión de esta ideología también cae sobre ellos

La visión patriarcal también le atribuye al hombre características, formas de pensar y actuar que debe asumir como intrínsecas, como naturales. Algunas de estas características se agrupan de acuerdo con cuatro arquetipos que funcionan como modelos ideales que no solo deben alcanzar los hombres, sino que las mujeres deben buscar. Campos y Salas (2002) describen estos arquetipos de la siguiente manera:

  El rey, el hombre que ordena, fertiliza, tiene el poder y la autoridad. Aunque no dedica su tiempo al espacio privado, es él quien da las órdenes dentro del hogar, es quien impone disciplina a los hijos e hijas, toma las decisiones en la casa, y la familia debe  esforzarse por complacerlo y suplir todas sus necesidades.

  El guerrero, es el hombre físicamente fuerte, nunca tiene miedo, es agresivo y ofensivo pues debe proteger y defender su territorio de otros hombres, por lo que no acepta posibles amenazas. La violencia es una característica natural que se visualiza en las guerras y peleas socialmente aceptadas como formas de demostrar poder entre hombres. Debe ser el proveedor del hogar, exitoso profesional y económicamente. Debe estar por encima de otros hombres con los cuales debe competir constantemente para demostrar su masculinidad.

  El conquistador, se caracteriza por su deseo sexual incontrolable, instintivo y agresivo, siempre esta listo para tener sexo, lo que se convierte en su única manera de demostrar cariño, amor o ternura. Utiliza la conquista de mujeres como manera de demostrar constantemente su virilidad y esto le confiere poder. Nunca es traicionado por una mujer, pues ellas lo admiran y obedecen.

  El mago, es el que todo lo sabe, pues su poder trasciende la fortaleza física, debe tener conocimientos en todas las áreas, además es el que todo lo arregla, debido a su supuesta superioridad tanto física como intelectual.

Estos modelos no solo impiden que el hombre demuestre sus sentimientos: amor, miedo, tristeza, felicidad…, sino sus habilidades sociales: comunicación, empatía, o destrezas para relacionarse con otras personas, sean hombres o mujeres.

Ante esto, Garita (2001) expone que estos roles parecen ser una camisa de fuerza aún más apretada y rígida que la que implican los roles femeninos, pues estos inhiben el crecimiento emocional y personal.

Los arquetipos, entendidos como esquemas de pensamiento y de actuación, que deberían seguir los hombres generan una presión constante sobre ellos, pues representan una meta idílica e inalcanzable.

Pero, además, a las mujeres nos enseñan que esto es lo que debemos esperar y querer de un hombre: que arregle en la casa lo que se supone que nosotras no podemos hacer, como una tubería tapada o un vidrio quebrado, entonces, ¿cuál es el famoso cuento que nos contaban de chicas? ¡Que todos estos arquetipos existen!, que los podemos encontrar en una sola persona, el hombre ideal, el bendito príncipe azul!

• entonces… ¿qué me quiere decir el cuento más corto?

Reflexiones en torno de los mensajes opresores subordinantes

El androcentrismo, entiende que el hombre varón es la medida de todas las cosas, modelo y prototipo. Esta concepción, no solo oculta e invisibiliza a la mujer, sino que direcciona las respuestas de las instituciones a las necesidades de los hombres. Por ejemplo, como explican Binns, Dotta y Meza (2009) en los inicios de la Caja Costarricense del Seguro Social, la cobertura del servicios de salud se encontraba dirigida a los hombres adultos trabajadores, años después fue que la cobertura comenzó a extenderse a mujeres embarazadas para brindarles, posteriormente, una atención individual.

Otros ejemplos tienen relación con la educación que destacaba las hazañas, los escritos, los logros e inventos realizados por los hombres, pues la historia ha sido recordada y entendida desde una perspectiva masculina. Por eso los hombres recibían el visto bueno de la sociedad para producir intelectualmente y sus obras eran estudiadas en los distintos niveles del sistema educativo. Por el contrario, la producción femenina se desconocía, parecía que las mujeres no hubieran existido, no hubieran inventado ni creado nada, como si no hubieran sido importantes ni representativas a lo largo de la historia.

Los descubrimientos realizados por mujeres generalmente se desconocen con la excepción de los realizados por Marie Curie. Para ejemplificar esta afirmación se mencionan, a continuación, algunas creadoras desconocidas por la mayoría de las personas. (Federación Progresista de Mujeres, 2009):

-En 1886 Josephine Cochran ideó el lavavajillas y lo patentó en 1888.

-En 1903 Mary Anderson inventó el primer limpiaparabrisas mecánico, murió en 1953 sin haber sido reconocida por un invento significativo para el automovilismo.

-El corrector líquido para papel fue inventado por Betty Graham.

-El pañal desechable fue ideado por Marion Donovan en 1949.

Estos ejemplos muestran que las mujeres han desempeñado un papel significativo a lo largo de la historia, pero que, lamentablemente, la visión patriarcal lo ha logrado ocultar y, por eso, sus aportes a la ciencia, el arte, la política o la economía no se han incluido en los programas educativos. Cabría preguntarse, ¿cuánto conocimiento hubieran creado miles de mujeres si no hubieran estado bajo la opresión del patriarcado? ¿Cuántos inventos creados por mujeres han sido atribuidos a otros autores?

Ante estas interrogantes la autora Facio (2002, p.72) también se pregunta:

¿Qué pasa por la cabeza de niñas y niños cuando la maestra o maestro les dice que vamos a estudiar la historia de la humanidad y sólo se habla de grandes hombres, sus hazañas y conquistas o cuando se estudia el sistema nervioso, el óseo, muscular, etc. del cuerpo humano y el cuerpo que se utiliza como modelo es el cuerpo de un hombre? ¿Qué sucede cuando se le dice a las niñas que ellas no son buenas para las matemáticas antes de que lo hayan podido descubrir por sí mismas? ¿Qué sucede cuando a una niña se la regaña mientras que a un niño se lo alaba por hacer la misma pregunta? Sucede que hombres y mujeres salen educados en los valores patriarcales, eso es lo que sucede.

Esta omisión de información conlleva un mensaje claro, la invisibilización del papel de la mujer a través de la historia, transmitiendo así, desde la infancia y por medio de distintas instituciones, mensajes y símbolos construidos desde un significante androcentrista y patriarcal.

aún continuamos recibiendo mensajes ¿Cuáles son esos mensajes?

Desde la infancia y por medio de distintas instituciones sociales se transmiten mensajes y símbolos construidos desde el androcentrismo y el patriarcado en relación con los roles que deben desempeñar tanto hombres como las mujeres. Quién no conoce los cuentos de Blanca Nieves y los siete enanos, La Bella Durmiente, La Bella y la Bestia o Cenicienta; estos cuentos, de acuerdo con Orquin (1990), actúan como agentes de socialización de modelos sociales, roles sexuales, símbolos, arquetipos, ritos de iniciación y moralejas sobre cómo debemos comportarnos y desenvolvernos en el mundo.

Muchos de estos cuentos y leyendas se han constituido en mitos masculinos, pues reflejan una visión masculina del mundo en relación con lo que debe ser y la forma en que debe actuar un hombre o una mujer. En los personajes femeninos de la mayor parte de estos cuentos se exalta como virtud la dedicación a las labores domésticas, así como la paciencia, la pasividad, la humildad y la obediencia.

De esta manera, la mujer “buena” es representada por las hadas, madrinas, reinas y princesas, que son bondadosas, inocentes, ingenuas, maternales, hacendosas y vírgenes.

Por el contrario, la mujer “mala”, es representada por las brujas y las malvadas madrastras, que se ven amenazadas por otras mujeres más bellas, para simbolizar que entre las mujeres es usual la competencia y rivalidad por los hombres.

Como se ha explicado, el hombre, representa los arquetipos antes mencionados (mago, guerrero…) y por eso aparece en puestos de mando y poder, un conquistador, un mago que todo lo sabe o un guerrero que es capaz de vencer todos los obstáculos que le son presentados.

El patriarcalismo como ideología imperante se convierte en un instrumento de dominación, por eso, los mensajes a los que se ha aludido no solo se constituyen en agentes socializadores sino quemantienen el control merced a las ideas que transmite y define como “correctas”.

De acuerdo con González (1990), la transmisión temprana de estereotipos es fundamental para mantener la dominación y, desde esta perspectiva, debe iniciarse desde la infancia, etapa en que se aprenden conceptos y actitudes y se desarrollan las habilidades sociales.

La infancia no solo es el mejor periodo para la asimilación de estos conceptos, sino que, además, es un momento de la vida en donde no existen las condiciones para cuestionar las pautas que se enseñan: por lo que mediante la observación, la abstracción y la acción trasladamos estos mensajes a la cotidianeidad.

Pero todavía hay una complicación más: la identidad de género no se construye aislada de otras categorías sociales. De manera que la sociedad no construye a todas las mujeres idénticamente subordinadas ni a todos los hombres con los mismos privilegios aunque universalmente todas las mujeres son subordinadas por los hombres. Es difícil reconocer, por ejemplo, una mujer de clase alta, en edad reproductiva, adinerada, sin discapacidades visibles, blanca, esposa de un banquero, pueda compartir la subordinación de género con una mujer pobre, vieja, discapacitada, lesbiana y negra. Pero así es.

Ambas comparten el mandato de ser PARA... un hombre, los hijos, la casa. Ambas son invisibilizadas por el lenguaje, marginadas de la historia, y permanentemente víctimas potenciales del abuso y acoso sexual. Ambas viven en un mundo que simbólicamente las aniquila... (Facio, 2002, p. 55)

Uno de los transmisores tempranos de estereotipos es el lenguaje opresor, como lo explica Calvo (1990), este se refiere a todo el sistema simbólico, lingüístico y de imágenes utilizadas para interpretar la cotidianeidad, conocer y aprehender la realidad.

En general el lenguaje que utilizamos, expresa ideas y no sentimientos con respecto a situaciones determinadas. Mediante el lenguaje se manifiestan los juicios de valor, la discriminación o los diferentes esquemas de valores asignados colectivamente por la sociedad mediante mitos, chistes, canciones, poesías, libros, leyendas, etc.

Por ejemplo, un chiste sexista promueve y mantiene la discriminación y subordinación de la mujer ante el hombre pues transmite la idea de naturalidad con respecto a una situación dada que se interpreta como válida.

¿Cómo debería ser el cuento?

Retos acerca de la construcción de la masculinidad, la femineidad y la identidad de género

Como las mujeres han venido tomando conciencia acerca de su situación de subordinación ante el hombre a lo largo del tiempo, hoy,  gracias a sus acciones, pueden trabajar fuera del hogar, votar, opinar, participar y tomar decisiones, ser consideradas como sujetas de derecho.

Aunque se han superado muchos obstáculos, la ideología patriarcal es tan universal que constituye un arma psicológica fuerte pues apoya su legitimidad en la idea de que responde a la naturaleza humana. Afortunadamente se ha evolucionado mucho y ahora las mujeres pueden escoger y decidir cómo vivir sus vidas (no obstante, es importante recalcar que miles de mujeres en el mundo todavía se encuentran en situación de violencia), pero definitivamente el sistema patriarcal sigue permeando la vida social. Esto se observa en eventos que parecieran insignificantes como por ejemplo un equipo de fútbol que promociona su nuevo uniforme para hombres utilizando modelos femeninos, anuncios publicitarios de detergentes en donde solo aparecen mujeres y cuando hay un hombre es para indicarle a ella qué es lo que debe comprar. Sin embargo si él nunca lava, ¿cómo va a saber cuál producto es el mejor?, porque es el que todo lo sabe, el mago.

Los mensajes patriarcales se continúan produciendo y siguen influenciando la vida de las personas, muñecas para las niñas, para entrenarlas para la maternidad, acompañadas de un juego de “trastes” y cocina; por el contrario, a los niños se les dan carros, armas y equipos deportivos, ¿Acaso estos mensajes no son claros? ¡Y todavía insisten en que el patriarcado ya se erradicó solo porque ahora las mujeres pueden trabajar!

Esta ideología se asume como un dogma que responde a una forma de organización social y a una concepción de la realidad consideradas como naturales. Simplemente es así, y ha sido  irrefutable durante muchísimos años. Esta ideología se consideraba tan natural que se convirtió en universal, todas las personas la conocen, la desarrollan en algún momento, y muchos y muchas ni siquiera la cuestionan.

Son innumerables las familias donde madre y padre trabajan y cuando retornan al hogar, a la mujer le corresponde realizar una segunda jornada laboral pues ella es la que se encarga de alistar el almuerzo para el día siguiente, revisar la tarea de hijos e hijas, etc. A pesar de su arduo trabajo muchas mujeres manifiestan: “Pero él es muy bueno, vieran como me ayuda en la casa”. ¡Como si esa no fuera también una responsabilidad de él!

Aunque los cambios han sido muchos y trascendentales, todavía se producen, reproducen y transmiten los roles de género que limitan el libre desarrollo de la identidad femenina.

El cuento enviado por Internet y que originó este trabajo lo expone de forma clara y contundente. Los roles de género se han ido flexibilizando, pero todavía se espera que esperamos de la mujer sea la que cuide del hogar y de la familia, si no es así, ¿por qué un miembro de la Iglesia indica que las mujeres deben modificar su forma de vestir?

Se espera también que el hombre cumpla alguno de los cuatro arquetipos: rey, conquistador, guerrero y mago. Ejemplo de ello es el servicio de “maridos de alquiler” y el deseo de muchas mujeres de encontrar a ese hombre ideal a pesar de saber que no existe.

El cuento más corto y más feliz del mundo expone la necesidad de destruir esos esquemas rígidos y dicotómicos de organización social.

Se nos ha enseñado a las mujeres durante mucho tiempo que necesitamos un hombre al lado para poder ser felices, plenas, completas, y estar satisfechas con nuestras vidas. Cuando experimentamos el rechazo de un hombre sentimos terror, nos provoca un vacío, nos sentimos incompletas, sin utilidad, pues funcionamos en torno a las necesidades de los otros u otras.

La narración propone la ruptura de los roles estereotipados, excluyentes, discriminatorios y subordinantes, para que las mujeres dejen de pensar que las labores domésticas son inherentes al género femenino y se esfuercen por re-pensar el cuidado del hogar como responsabilidad de la pareja, porque los dos, hombre y mujer deben cuidar lo que han construido juntos.

El cuento reclama el término de la subordinación de la mujer a los deseos y necesidades de otro, y considera que esto es fundamental para lograr la felicidad y consolidar un proyecto de vida.

Para lograr todo esto es necesario romper con la doble moral, producto del patriarcado, que se impone a la mujer y la determina como madre o amante siempre en función de otros, y para otros. Es urgente trascender y dejar de pregonar los derechos sexuales y reproductivos para ponerlos en práctica, como se hizo en el pasado con otros derechos, entre ellos, la conquista del derecho al voto.

Como indica Vega (2004), los roles de género no son conductas naturales, por el contrario, como se ha explicado, son procesos sociales construidos, de generación en generación, de un contexto regional a otro, a lo largo del tiempo como categorías cambiantes, y como resultado de las políticas y la economía imperantes (no hay que hacer un análisis exhaustivo para entender la relación entre la inserción de la mujer en el ámbito laboral y la industrialización)

Desde el Trabajo Social, en el ejercicio cotidiano profesional y en la vida cotidiana es necesario, urgente, re-pensar, re-leer, re-estructurar los esquemas sociales y la construcción de la identidad de las personas desde una perspectiva de género, dejando claro que esta perspectiva no se refiere únicamente a los procesos históricos que han vivido las mujeres, sino que es una forma de entender y analizar la realidad que permite comprender al hombre y a la mujer desde sus múltiples dimensiones.

En esta línea, Facio (2002, p. 51) explica que

El concepto, teorías y perspectivas de género, así como el moderno entendimiento de lo que conforma el patriarcado o el sistema de dominación patriarcal son producto de las teorías feministas, es decir, de un conjunto de saberes, valores y prácticas explicativas de las causas, formas, mecanismos, justificaciones y expresiones de la subordinación delas mujeres que buscan transformarla. Así, los conceptos de género y patriarcado, nacen de la necesidad de transformar las relaciones entre los sexos en nuestras sociedades.

Como se ha mencionado, persisten grandes retos, entre ellos desterrar la idea de género como movimiento de mujeres anti-hombres, asociada de manera negativa al feminismo. Por el contrario, la teoría de género reflexiona acerca de las obligaciones, opresiones y exclusiones a las que han sido sometidos tanto los hombres como las mujeres, pues ambos géneros han sufrido y han visto obstaculizado su desarrollo como seres humanos.

Ante esta lucha por la construcción de una sociedad equitativa e igualitaria, Lagarde (1992) plantea como alternativas una democracia genérica y sexual, la comprensión de todo acto de violencia como forma de dominio y de poder, la maternidad como elección libre de la mujer, y no como un discurso ideológico de realización plena.

La autora también plantea, como parte de la construcción de una sociedad equitativa, la realización plena de la mujer en el ámbito público. Esta participación no se debe ver como un ideal alcanzado mediante la representación de una minoría en puestos representativos, sino como un derecho de igualdad de oportunidades que, aunque se encuentra estipulado en algunas leyes no se cumple en la realidad. Es lamentable obligar por medio de una ley que un determinado número de mujeres ocupe puestos en las instituciones gubernamentales, pues, de lo contrario, estos espacios seguirían siendo dominados por hombres.

A estos temas que se deben analizar en profundidad también se agrega la necesidad de dejar de concebir la heterosexualidad como obligatoria, esta única opción discrimina, es ofensiva y excluye a millones de personas que se ven imposibilitadas de vivir libres de prejuicios y estereotipos y de ejercer muchos de sus derechos, pues a la población homosexual también se le ha sometido a la subordinación de un pensamiento dicotómico.

El ejercicio de re-pensar, re-leer y re-estructurar las relaciones humanas es bastante complejo, puesto que implica capacidad de abstracción, reflexión y análisis de todos los esquemas ya construidos o atribuidos arbitrariamente al comportamiento social. Lo anterior incluye los comportamientos individuales ante la pareja, familia, hijos e hijas, amistades, colegas así como también el actuar profesional como trabajadoras y trabajadores sociales.

Es esencial reconocer que en el ejercicio profesional incide, de manera directa, la postura ideológica y ético política que tenemos y practicamos en el momento de construir procesos de trabajo con las personas. Este posicionamiento no puede realizarse desde el patriarcado, el sexismo, la división sexual del trabajo, los prejuicios, estereotipos o lenguajes opresores; por eso la revisión que debemos hacer es compleja, ardua, cotidiana y trasciende todos los ámbitos.

Existe una urgencia real de que las y los profesionales cuestionen las estructuras impuestas por una sociedad patriarcal, que imponen una manera de vivir tanto para el hombre como para la mujer. Además, es necesario tomar conciencia de que la atención y respuesta que se brinda a las problemáticas que atienden las instituciones están planteadas desde esa misma visión de mundo (bonos de vivienda, pensiones, ayudas económicas, oportunidades de estudio y empleo, acceso a recreación, organización toma de decisiones)

Las instituciones y las organizaciones tienen un papel fundamental en la reproducción o eliminación de la ideología patriarcal. Como trabajadoras y trabajadores sociales, debemos estar alertas para evitar que una estrategia o un proceso de trabajo reproduzca esta ideología.

Parte del cuestionamiento diario incluye la cero tolerancia ante situaciones que, desde la teoría y la práctica profesional, sean sexistas, discriminatorias u otorguen poder a un género por encima del otro. ideas para reflexionar

Como se ha explicado, hablar del concepto de género, de acuerdo con Facio (2002), alude a características, comportamientos, roles, funciones y valoraciones que han sido impuestos de manera dicotómica según se es hombre o mujer. Lo anterior se realiza a través de los procesos de socialización que mantienen y refuerzan la ideología y las instituciones patriarcales, y que varían, en cada sociedad, de acuerdo con su contexto, con la clase, la etnia o la edad.

La teoría de género es esencial para comprender las formas actuales de relacionarnos con las y los otros, para que las mujeres abran espacios en el ámbito público como personas y no solo como amantes o como madres y para otorgar al hombre el espacio que le corresponde en el ámbito privado, como persona y no como arquetipo.

Los autores Campos y Salas (2002), indican que la masculinidad ha entrado en crisis, pues la lucha contra la ideología patriarcal ha ejercido presión sobre las estructuras de ordenamiento social:

  El hombre no es necesario como único proveedor.

  Muchas mujeres no permiten su subordinación.

  Existe una paulatina incursión de la mujer en todos los ámbitos públicos.

  Se cuestionan los llamados “privilegios natu-rales” del hombre: la violencia, el control y el poder.

  Surgen alternativas a la maternidad, como por ejemplo la fecundación in vitro.

  La necesidad de desarrollar en los hombres la inteligencia emocional.

  La diversidad sexual.

Esta lucha contra la universalidad del código patriarcal ha ido debilitando el control y el poder del hombre sobre la mujer, no obstante, trae consigo grandes retos: una nueva construcción libre y personal de la masculinidad y de la femineidad, la detención de la constante y agotadora comprobación del poder masculino y de la virilidad. Es necesario observar las nuevas estructuras familiares que se han generado sin que las instituciones o la teoría les pongan etiqueta y número para ser interpretadas como reales.

Facio (1990), al igual que Freud plantea irónicamente que , el hombre ha sufrido tres grandes cambios, el primero cuando Galileo demuestra que la tierra no es el centro del sistema solar sino el sol, la segunda se refiere a Darwin que demuestra que el hombre no es creado por Dios sino que es producto de la evolución y, finalmente, la demostración de las feministas de que el hombre no es el modelo a seguir sino una de sus variantes.

Gracias a este cuento corto y feliz, pero también a los miles de ejemplos de los cuales somos parte, mediante los múltiples transmisores de estereotipos: las instituciones patriarcales donde laboramos, la familia y los medios de comunicación masiva, reconocemos la necesidad de construir un nuevo lenguaje, un lenguaje mejor, como lo expresa Calvo (1990), para combatir aquel que continúa oprimiendo y subordinando a hombres y a mujeres y que los subordina a roles que no son ni naturales ni intrínsecos, un lenguaje y una visión de mundo que liberen.

Ante esto Facio (2002) explica que el lenguaje es un reflejo de lo que ocurre en una sociedad, en este caso en una sociedad patriarcal, pues revela la situación de la mujer en la cultura patriarcal y, además, mantiene y reproduce esta ideología.

Mediante las palabras que utilizamos estamos creando y recreando un lenguaje, el lenguaje de nuestra sociedad, el que nos provee de una identidad y nos guía en relación con los comportamientos permitidos o avalados socialmente. Mediante las palabras tenemos el poder de fijar los valores, la forma de pensar, la manera de actuar en una sociedad.

Para todas las personas, hombres y mujeres, que expresan cada vez que se les hace un comentario acerca de la discriminación hacia la mujer que “ya eso no existe”, y que reniegan cuando se utiliza el lenguaje inclusivo porque este es “poco eficiente” y “cansado de leer”, que en Costa Rica la violencia de género continúa y se manifiesta en los roles impuestos sobre la forma de vestir, los juguetes que se les dan a los niños y a las niñas, las labores que deben realizarse dentro de un hogar y, especialmente, en los “femicidios” que se comenten todos los días como consecuencia del patriarcado, y no de los “celos” como lo exponen los noticieros.

Utilizar el lenguaje inclusivo y opinar sobre estas problemáticas sin tener que ser etiquetada de “anti-hombre” o “feminista” desde una concepción negativa, son derechos conquistados a lo largo de una historia de opresión, no son una “necedad” como me han dicho algunos.

Desde el ejercicio profesional en el área de Trabajo Social y desde la cotidianeidad, el reto es y seguirá siendo descubrir formas nuevas de relacionarnos, libres de estigmas, juicios de valor e imposiciones que constituyen una carga demasiado pesada tanto para hombres como para mujeres.

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