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Del liberalismo al reformismo:

la clase trabajadora en Costa Rica a inicios del siglo XX

Freddy Esquivel Corella*

Resumen

Mediante análisis bibliográfico y documental, el presente artículo analiza los rasgos más amplios de la transición del liberalismo al reformismo en Costa Rica a inicios del siglo XX. El reformismo fue la principal orientación político-ideológica y cultural que se erigió en las primeras décadas del siglo XX en Costa Rica ante el convulso proceso derivado de la crisis del capitalismo internacional y local, en especial, como contra tesis al liberalismo, el cual prevaleció en el país desde su instauración, y cronificó las formas de explotación de la clase trabajadora.

Palabras claves: reformismo; Costa Rica; siglo XX; clase trabajadora; liberalismo.

Enviado: 24-8-2022

Aceptado: 16-11- 2022

* Doctor en educación, máster en Trabajo Social; profesor catedrático de la Universidad de Costa Rica.

From Liberalism to Reformism:

The Working Class in Costa Rica at the Beginning of the 20th Century

Freddy Esquivel Corella*

Summary

Through bibliographic and documentary analysis, this article analyzes the broadest features of Costa Rica’s transition from liberalism to reformism at the beginning of the 20th century. Reformism was the main political-ideological and cultural orientation, which was established between the first decades of the 20th century in Costa Rica, as a response to the convulsive process derived from the crisis of international and local capitalism, and especially as a counter to liberalism, which had prevailed since the country’s founding, thus chronicling the various forms of the working class’s exploitation.

Keywords: reformation, Costa Rica: 20th Century, working class, liberalism.

Sent: 24-8-2022

Accepted: 16-11- 2022

* Doctor of Education, Master of Social Work, and Professor at the University of Costa Rica.

A guisa de introducción

El presente artículo analiza algunas de las condiciones históricas que permitieron la transición del ordenamiento liberal, a uno de corte reformista, en el contexto internacional y nacional de la Costa Rica de inicios del siglo XX; además, se refiere a las condiciones de reproducción de la clase trabajadora.

La investigación bibliográfica y documental sirvió de base para desarrollar la argumentación de este escrito; se recurrió, también, al análisis de la realidad costarricense durante la época en estudio, especialmente a las influencias ideo-políticas vigentes en ese momento.

La vía por la que se arribó al reformismo en Costa Rica fue la crisis sistemática del liberalismo local, en asocio con las complejas condiciones de la geopolítica que propiciaban el imperialismo capitalista internacional, las debacles especulativas, los conflictos bélicos y la ampliación de mercados y áreas de producción que particularizaron la era monopólica de una burguesía más concentrada, con un dominio más extendido en el globo terrestre.

Los postulados reformistas se difundieron por medio de diversas vías políticas e ideológicas; empero, prevaleció un sustrato que demandaba la intervención del Estado en la vida social, las relaciones económicas; además, se solicitaba atención a las formas en que se explotaba el trabajo, se concentraba la riqueza, y se reproducían las camadas más expoliadas de quienes vendían su fuerza física. También se inquirió sobre la pequeña gama de negocios productivos y comercializadores locales.

Como se evidenciará en las páginas siguientes, la doctrina social de la Iglesia, fue, en definitiva, la plataforma de ascenso del reformismo, travestida con discursos socialistas, comunistas y hasta liberales moderados.

La base de esa doctrina se decantó de las encíclicas papales (por ejemplo, la Rerum Novarum, de León XIII (1891) y la Cuadragésimo Anno, de Pío X (1931), Picado, 1982: 25) que fueron, en síntesis, una clara respuesta a la situación de pauperización y agudización de la lucha de clases. Estas encíclicas se constituyeron en una propuesta articuladora de la conciliación entre capitalistas y proletariado, reafirmaron la condición de explotación de la clase obrera, y llamaron a la reflexión a quienes acumulaban capital (entre ellos al Estado), acerca de los riesgos morales y políticos que tenía su conducta voraz. Apelaron, a la vez, a la autoridad suprema de la religión y, de esta manera, advirtieron que los bienes terrenos debían de someterse al poder divino; asimismo, las encíclicas diseñaban formas de intervención social que impulsaban la paz y la justicia social (Castro, 1982: 53).

Liberalismo costarricense como antepuerta al reformismo

La República liberal se distinguió porque sus representantes se preocuparon por la consolidación del Estado y las agendas ideológico-económicas; por tanto, fueron consecuentes con un estado no interventor, tal y como lo plantea el siguiente autor:

Ni en la Constitución Política ni en el Código Civil los liberales se atrevieron a referirse a las relaciones existentes entre el trabajo y el capital. Ante la explotación económica creada por un sistema capitalista en crecimiento, los liberales siguieron creyendo que, con su intervención, los salarios y los precios debían entorpecer el natural desarrollo de una economía capitalista (Salazar, 1990: 288).

Junto a ello, desde 1880 y hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1917), Costa Rica estuvo directamente vinculada al capital proveniente de Estados Unidos de América (USA), que incrementó su influencia en el país. En la década del cuarenta, los norteamericanos, además de abrir las puertas de su mercado al café costarricense, controlaban el monopolio de la gasolina, por medio de la West India Oil Company y la Texas Oil Company (1940); también suscribieron contrataciones para explotar los recursos hidroeléctricos. Sumado a lo anterior, proveyeron préstamos con el Expor-Import Bank (EIM-BANK) de Washington, para construir la carretera interamericana con el fin de incentivar la producción agrícola y la estabilización monetaria. Lo anterior evidencia la importancia que adquirieron el capital privado y el Gobierno norteamericano en Costa Rica desde el siglo XIX (Campos, 1991: 46-48).

Botey (1994:16) señala que la política económica liberal amplió su apoyo a la iniciativa privada e hizo múltiples concesiones a los empresarios locales, pero especialmente a extranjeros. Además, se consideraba que el progreso llegaba junto con la afluencia del capital y del elemento humano europeo o norteamericano; de esta manera, la legislación fue significativamente entreguista de las riquezas nacionales.

Para entonces, el capitalismo había entrado en su estadío monopolista; la división internacional y sociotécnica del trabajo se iba consolidando según las características del capital financiero, industrial y comercial, por lo que USA y algunos países europeos estaban cada vez más fuertes y en mejores condiciones de expandirse y exportar grandes capitales para condicionar las áreas periféricas según la geopolítica del momento. Tantas exoneraciones y estímulos al capital foráneo decantaron en una crisis fiscal que presionó a los gobiernos, ya que los gravámenes indirectos aumentaban, y empezaron a ser escasas las fuentes de recursos. Ante esta situación se establecieron impuestos directos, como el territorial y el de la renta; otra acción fue el embargo parcial de los salarios de la planilla pública (Botey, 1994: 18).

Ante esas tribulaciones, la administración se impuso con rasgos de intervención económica; como ejemplo puede citarse la creación del primer banco del Estado, el Banco Internacional (Campos, 1991: 46).

Según Ulloa (1983: 183), el siglo XIX fue de explotación, miseria y esclavitud para las camadas más pauperizadas que dependían principalmente de la venta de su fuerza de trabajo. Lo anterior derivó en presiones por la intervención del Estado ante la miseria, por lo que resultó icónico que, en la presidencia de Alfredo González Flores (1914-1917), se tuviera que suavizar la ortodoxia liberal (Palmer, 2002: 48).

Aparecen en ese contexto limitados rasgos de asistencia social por parte del Estado para las poblaciones empobrecidas, tales como fondos económicos y suministro de alimentos para la descendencia de los estamentos desempleados. Articuladas a estas acciones se aprobaron la jornada de ocho horas (1920), y la Ley de accidentes de trabajo (1925) (Botey, 1994: 32-33). Asimismo, afirma la anterior fuente, el Estado, al dar un viraje a su política liberal, empezó, en 1925, a establecer el monopolio de los seguros por medio del Banco Nacional de Seguros; igualmente suspendió el pago de la deuda externa y, en 1936, se estableció la Ley General de Bancos que dio más atribuciones al Estado y ordenó al sector bancario privado (Botey, 1994: 35).

Alrededor de 1930, la United Fruit Company, empresa de capital británico-estadounidense, establecida décadas atrás, inició el retiro de la producción bananera de la zona atlántica, lo cual generó desempleo y crisis en la economía local. El retiro de la zona obedeció a la disminución del precio de la fruta, la organización obrera y las enfermedades que azotaban la cosecha; la empresa se trasladó del Caribe al Pacífico sur (Hernández, 1995: 44).

Existieron también, en este período, problemas de acaparamiento de tierras y de la producción para consumo nacional de arroz, frijoles y maíz; lo que llevó, a la promulgación de la Ley de Tierras Baldías y de Abastos (Acuña y Molina,1991: 88).

Es importante agregar que, durante las tres primeras décadas del siglo XX, se estableció una creciente inversión de capitales extranjeros, tanto para la construcción del ferrocarril al Atlántico, como para los servicios eléctricos y telefónicos (Salazar, 1990: 62).

Durante la década de 1940, el panorama económico de Costa Rica, según Campos (1989: 35-40), era bastante inestable; en especial, por su dependencia de la producción y exportación de café. Las otras actividades importantes, como el cacao y la minería, ya estaban en decadencia y, en todo caso, se mantenían controladas por empresas foráneas; por otro lado, la industria, la manufactura y el comercio, eran actividades proporcionalmente menos significativas y mayormente concentradas en las zonas urbanas.

Otras ramas, cita la anterior fuente, donde se establecieron regulaciones fueron la del tabaco, y la de la caña de azúcar, para las cuales se fijaron normas en las relaciones de intercambio, precios y cuotas; finalmente, se dictó una ley de protección industrial, con la finalidad de beneficiar a ese sector con la exoneración de impuestos. Más adelante, hubo mayor supervisión de los precios, el freno al alza de los salarios, y el control del gasto público; se emitieron la Ley Orgánica de Presupuesto, la Ley Orgánica de la Oficina de Control, la Ley de Tesorería Nacional y el impuesto sobre la renta.

Definitivamente, según lo expuesto, las condiciones de vida en Costa Rica se iban deteriorando en relación con las situaciones internas y externas que experimentó el país; esas crisis constituyeron un motor básico para los inicios de la movilización social.

Entre 1890 y 1910, la población del Valle Central se duplicó y, con ello, crecieron las ciudades y a la vez se desarrollaron los gremios de tipógrafos, ebanistas, carpinteros, albañiles y zapateros. A partir de 1901, las sociedades mutualistas se sustituyeron por los sindicatos y ligas de obreros (Salazar, 1990: 72).

En el primer tercio del siglo XX (1900-1931), surgió en Costa Rica el llamado Centro de Estudios Sociales Germinal (1910), dirigido, entre otros, por Joaquín García Monge y Omar Dengo, el cual ofrecía preparación en materia de organización y defensa ante las condiciones de explotación. En 1913, emerge la Confederación General de Trabajadores (CGT), en la que se agruparon los diferentes gremios existentes en la época; su principal influencia político-ideológica, estuvo marcada por los postulados anarco sindicalistas de España, sobre todo por la presencia del emigrante español obrero Juan Vera (De la Cruz, 1980: 71).

También, se establecieron organizaciones como el Centro Socialista (1919) que se dedicó al estudio y la denuncia social, y era dirigido por Aniceto Montero. Se instauró la Liga Cívica o Unión Antiimperialista; a escala internacional y regional se recibieron insumos para la organización trabajadora, entre ellos se destacaron la revolución rusa (1917) y la revolución mexicana (1910-1917) (Salazar, 1990: 83).

Posteriormente, con la dictadura de Tinoco (1917-1919), la efervescencia nacional se incrementa, ya que la clase trabajadora comprendió que no se garantizaba la unidad nacional, ni la solución de sus problemas. Además, seguían sintiendo los efectos del deterioro de las condiciones de sus vidas, el desempleo, el aumento en los precios de consumo popular y las políticas represivas del régimen (Bonilla, 2008: 5; De la Cruz, 1975: 26).

Inclusive, años antes, y con la presencia de Tinoco en el poder, se establecieron organizaciones que se articularon al reformismo: el Partido Obrero Josefino (1913), el Partido Obrero de Grecia (1914), y el Partido Obrero Conquista y Derecho (1920) (Salazar, 1990: 87).

Hasta aquí, quedan expuestos los elementos necesarios para entender las transformaciones experimentadas por el modo de producción capitalista en el escenario histórico de Costa Rica. Situación que se da cuando los postulados del liberalismo entran en crisis, tanto por condiciones internas como externas, y se produce un acomodo de las relaciones de la oligarquía en el poder, así como un cierto empoderamiento de la clase trabajadora.

Sin embargo, el capitalismo internacional encadenó sus relaciones con la marginal economía local y, cada vez más, fue necesario renovar las relaciones con el Estado, al establecer demandas de intervención para potenciar el consumo y generar incremento en la acumulación de la riqueza.

Las personas trabajadoras se vieron afectadas directamente por las propuestas ideológicas y políticas extranjeras, así como por las respuestas locales. Se vislumbraron rasgos de diversas matrices ideológicas, las que friccionaron las posiciones para el futuro del país, incluso, en los grupos opositores a los gobiernos liberales.

Desde muchos flancos, la crisis nacional e internacional provocó en Costa Rica la necesidad de alterar ciertas condiciones dentro del capitalismo mismo; condiciones que permitieran responder a las demandas de las camadas más pauperizadas.

La intervención política, legal, técnica, económica e ideológica por parte del Estado determinó que se establecieran posibilidades para presentar, tanto condiciones de reproducción material “menos” devastadoras, como estrategias de control social más acabadas, influidas, desde luego, por las exigencias de quienes sufrían las consecuencias más directas de la explotación.

La coyuntura local propició uno de los alcances históricos más complejos de Costa Rica: el acercamiento de la Iglesia católica, el calderonismo (social-cristianismo) y el comunismo.

Lo expuesto hasta aquí evidencia que la sociedad costarricense de la década del cuarenta del siglo XX sintetizó el auge y la crisis del liberalismo, y abrió otras posibilidades de reacomodo de las fuerzas sociales y políticas que repercutieron en la institucionalidad estatal y en la vida de la clase trabajadora.

Postulados reformistas y el contexto costarricense

Adaptar la sociedad y evitar su revolución, esa sería una consigna sintética que se podría brindar para referirse al reformismo.

No obstante, es posible aceptar que ello ha sucedido en la dinámica del capitalismo desde su naturaleza, entiéndase, aplacar las fuerzas contrahegemónicas y realizar ciertos ajustes que brinden algunas aparentes respuestas a las demandas de las masas subalternas, sin dejar de sintetizar los intereses que se orientan a la acumulación de riqueza, a partir de la apropiación de la plusvalía.

Para distinguir esas aseveraciones, es importante mencionar que este escrito trata de concentrar la atención en una corriente que se afincó en un determinado tramo de la historia capitalista (la era de los monopolios) y se subsidió de apotegmas, especialmente derivados de la doctrina social de la Iglesia católica, robustecidos en ciertos países católicos europeos tales como Francia y Bélgica (Parra, 1999: 236; Rodríguez, 1987: 25)

También es importante distinguir que existe una literatura histórica, que está de acuerdo en denominar al periodo comprendido entre 1940 y 1948 como reformista (venía germinando desde inicios de 1920), por las reacciones, organizaciones y agendas políticas erigidas, en parte, por postulados que respaldaron el modo de vida capitalista y que trataron de establecer un proyecto de sociedad que atendiera algunas de las carencias que se arrastraban desde la era liberal del siglo XIX (Salazar y Salazar, 1992: 69; Mora, 1989: 75 ; Volio, 1983: 44; Barahona, 1971: 39).

Los planteamientos reformistas impulsaron un contrapunto a la propuesta liberal que se había logrado construir durante su estancia en el poder.

De acuerdo con Salazar y Salazar (1992), y tal como se demostró en el apartado anterior, a inicios del siglo XX, hubo una indiscutible hegemonía de los partidos liberales, empero, para entonces, empezaron a emerger asociaciones políticas reformistas, afirman los autores:

(…) en este período experimentamos la transición al reformismo y al Estado interventor, hallamos la presencia de nuevos partidos, tanto reformistas como revolucionarios. Desde luego, el fenómeno político más importante de los 20 fue la presencia del Partido Reformista del General Volio (...) En la década de 1930 el fenómeno político más significativo fue la presencia del Partido Comunista, el cual cuestionó el sistema liberal-oligárquico y movilizó a los trabajadores, campesinos, intelectuales, etc. La década de 1940 fue la de mayor presencia y poder para los comunistas, pues cogobernaron con la fracción del Republicano Nacional (calderonismo); (...) En la década de 1940, la más interesante fue la coyuntura política de 1942-1943, en la cual la fracción reformista del Republicano Nacional, jefeada por el Dr. Calderón Guardia, se comprometió en una alianza política con los comunistas y con la Iglesia Católica, para implementar una serie de reformas sociales (Salazar y Salazar, 1992: 69).

Los sectores que dieron origen al partido Reformista, liderado por el militar general Jorge Volio -quien estudió en la Universidad de Lovaina, una de las máximas entidades académicas de Europa, institución católica, influida también por la obra de Tomás Aquino y la neoescolástica católica- (Araya, 1991:126), convocaron a las personas trabajadoras urbanas y, posteriormente, a las del área rural, para conformar la Confederación General de Trabajadores (CGT) (García, Lafuente y Vilanou, 2018: 163).

En ese mismo contexto, adquiere visibilidad la Liga Feminista, fundada en 1923, pues, junto con la organización del gremio de maestras, tuvo presencia en la escena política con consignas como el derecho al voto femenino, la denuncia por las desigualdades en sus condiciones salariales, la carestía y la especulación de alimentos (Rodríguez, 2014: 50).

El Partido Socialista fue una organización que trató de rescatar lecciones de repercusión política de la revolución rusa para orientar la lucha social en Costa Rica. En esta organización fue relevante el aporte de Aniceto Montero, considerado como el primer gran dirigente marxista del movimiento obrero costarricense; se agrega al respecto:

Se había educado en Europa y había convivido de cerca las luchas obreras europeas, siguiendo no sólo los lineamientos de la Internacional, sino imbuido profundamente en sus planteamientos, de sus documentos y de las resoluciones de sus congresos (De la Cruz, 1980: 99 y 100).

Salazar (1990, p. 287) reconoce como eje del Partido Socialista a Vicente Sáenz; y concuerda con el anterior autor, en que se careció de una implantación social de mayor envergadura; no obstante, indica que se hicieron propuestas muy revolucionarias para la época, ya que se abogó por la necesidad de la participación popular en las luchas por mejorar la condición de la masa trabajadora. Además, se exigió la intervención estatal para atacar los problemas de sector obrero y campesino, y se legitimó la necesidad de que existiera una ley de trabajo y previsión social; también se solicitó la creación de una universidad pública, en especial de carácter popular.

Ese partido estableció un centro socialista que desempeñó, según De la Cruz (1980: 99), un papel muy importante en las pugnas obreras que se desarrollaron a partir de 1919, pero su actividad duró, en la práctica, hasta 1924; aun así, el autor subraya que el influjo de sus ideas perduró en el movimiento obrero costarricense.

El Partido Comunista de Costa Rica nació el 16 de junio de 1931 y fue creado gracias al impulso de estudiantes de la entonces Escuela de Derecho; entre ellos destacan Manuel Mora (considerado su líder), Ricardo Coto, Luis Carballo y Jaime Cerdas, quienes, en 1929, conformaron el centro de estudios Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera (ARCO), en el que integraron a un grupo de obreros artesanos como Gonzalo Mata, Carlos Marín Obando, José Barquero, Fabián Soto y José Rafael Mora (Merino, 1996: 63). Además, se adscribieron, entre otras, Carmen Lyra y Luisa González (Rodríguez, 2014: 49). El partido en mención, cambió de nombre en 1932 y se denominó Bloque de Obreros y Campesinos (Molina, 2007: 59).

En 1934, esa organización política se articuló a una importante huelga de obreros bananeros en contra de la United Fruit Company, movilización en la que destacó como líder Carlos Luis Fallas, y que obtuvo reivindicaciones laborales ante la condición de explotación que se vivía en la región atlántica del país (Salazar, 1990: 173).

En 1943, se retoman las bases de la izquierda y se fundó el Partido Vanguardia Popular (Salazar y Salazar, 1990:70). Al respecto cabe citar:

En junio de 1939, los comunistas formalizan, por primera vez desde su nacimiento, una alianza de tipo electoral con otros partidos; se trata de los partidos Republicano Ricardista, Confraternidad Guanacasteca, Renovación Nacional y Centro Germinal. (...) El eje de la alianza va a ser la candidatura presidencial de Ricardo Jiménez, para enfrentar a la candidatura oficialista de Calderón Guardia (Merino, 1996: 68).

Como se observa, en ese mismo renglón reformista, destacaron el Partido Republicano Nacional, calderonista, y la Confraternidad Guanacasteca que, en términos generales, buscaban un cambio gradual y orgánico, con ideas salidas del contexto capitalista, pues no proponían variar el modo de producción, ni las relaciones sociales; más detalladamente se destaca:

Debe señalarse que el aspecto reformista del Republicano Liberal se explica por las condiciones de la época, y porque eran luchas que se venían planteando en el país desde principios de siglo por diversos movimientos políticos y sindicales. Influyó la crisis económica ocasionada por la Segunda Guerra Mundial, la influencia de los movimientos reformistas de las épocas, la organización y lucha de los obreros sindicalizados, las presiones del Partido Comunista, las preocupaciones sociales de la Iglesia católica, la voluntad de la élite calderonista, la influencia del pensamiento social cristiano, etc. (Salazar y Salazar,1992: 61).

En general, las propuestas políticas de estas agrupaciones oscilaban entre la búsqueda de soluciones para las carencias sociales y económicas, por medio de la intervención estatal; y la pureza y honestidad administrativas, conjugadas con la supervisión pública. La equidad en el sistema de distribución de la riqueza, la eliminación de los latifundios del país en asocio con el fomento agrícola; además, la formación de cooperativas, los programas de vivienda digna, la reforma del sistema penitenciario, la promoción de una ley escalafón para la administración pública, el diseño de programas para mejorar la salud y nutrición de sus habitantes, la luchar contra el analfabetismo, la fundación de una universidad y la creación de escuelas y colegios vocacionales.

Según González y Ulloa (1989: 9), en la crisis liberal, se pusieron en práctica algunas intervenciones de esa naturaleza, entre 1930 a 1939 se localizan casos de atención a la nutrición de niños y niñas; por parte de la Secretaría de Salubridad Pública se dio la “Gota de Leche”, también el programa de asistencia social y de educación a la madre, así como preparación a personas con necesidades especiales: retardo mental, problemas de lenguaje y ceguera.

En salud, según la misma fuente, se pueden citar los servicios del Sanatorio Anti Tuberculoso, asumido luego por la Liga Antituberculosa, también la prevención y tratamiento del alcoholismo, campañas antiofídicas, programas de higiene mental e instalación de unidades sanitarias; en el área de sector trabajo y seguridad social, las autoras señalan la creación de algunas fuentes de empleo, programas de centros infantiles, formación de juntas provinciales, acciones en materia de adopción, pensiones y desahucios; también se localizaba la construcción y adjudicación de viviendas, que luego fue asumido por la Junta Nacional de la Habitación; en esa misma agenda, la Cooperativa de Casas Baratas La Familia, desarrolló ciertos proyectos; finalmente, la formación de colonias agrícolas recibió atención, dirigidas por el entonces llamado Ministerio de Agricultura e Industria (MAI).

Desde luego, todo ello generaba fricción con las presiones internacionales hacia el país, y las propuestas para reactivar la economía. Después de la Primera Guerra Mundial y la crisis financiera del 1929, las iniciativas de la región tenían que lograr cierta aceptación de diferentes círculos de la burguesía internacional (Dierckxsens, 1997: 32).

En ese mismo entorno, la presencia de Estados Unidos de América (USA), como principal potencia internacional, y dominante en Centroamérica se veía amenazada por los avances de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y su planteamiento dirigido a materializar el llamado “socialismo real” (Dobles y Leandro, 2005: 58).

A tenor de esas coyunturas, en el ámbito internacional, se fue consolidando el capitalismo fordista y la apuesta por el pleno empleo, mismo que Keynes defendía como la principal vía para reactivar los mercados por medio del consumo, direccionando significativamente las políticas internacionales (Keynes, 1965: 112).

En ese contexto, las condiciones de vida en el país eran precarias, y la estabilidad política no proyectaba un futuro sólido para la oligarquía nacional. Lo anterior condujo al fortalecimiento de organizaciones de clases medias, del movimiento obrero y sectores sindicales y vecinales (Vega, 1986: 56; Aguilar, 1989: 32).

Asociado a lo anterior, cabe rememorar que, para la campaña política de 1939, León Cortés impulsó la candidatura de Rafael Ángel Calderón Guardia, respaldado por los sectores más conservadores de la Iglesia católica, y por fracciones capitalistas; al respecto destaca De la Cruz:

Esto hizo que las fuerzas populares y democráticas y comunistas de Costa Rica se agruparon alrededor de la figura de Jiménez Oreamuno en esta campaña, de la cual se retiró (...) Hacia 1942 el gobierno de Calderón Guardia, perdió el apoyo del capital y los sectores reaccionarios del país, que propiciaron un golpe de Estado contra el Gobierno (1975: 9).

La pérdida de respaldo a las propuestas reformistas de Calderón Guardia en el contexto de una crisis nacional e internacional, lo condujo a establecer alianzas de manera histórica, esta vez con las fracciones de la Iglesia católica, más cercana a la doctrina social de la Iglesia, y a algunas organizaciones de la clase trabajadora.

Lo anterior también se explica en el hecho de que las tendencias reformistas y de izquierda, especialmente del Partido Comunista, tampoco lograban por sí solas, obtener el músculo político para legitimar un nuevo rumbo nacional (Molina, 2006:140).

Las metas originales del gobierno de Calderón procuraban mantener lineamientos liberales en lo económico, pero los posteriores compromisos políticos impulsaban rasgos reformistas en algunas áreas. Surgen, entonces, el establecimiento de los seguros sociales, la creación de la Caja Costarricense de Seguro Social, las llamadas garantías sociales y laborales, así como el establecimiento del Código de Trabajo y la Secretaría de Trabajo y de Previsión Social; en conjunto, se aprobó la creación de la Junta Nacional de Habitación, del Consejo Nacional de la Producción y la Universidad de Costa Rica (Salazar, 1974:75).

En 1944 se celebraron elecciones donde existían bandos políticos de marcada diferencia entre los liberales. Según Salazar (1990:288), existía descontento en significativos sectores de la sociedad, entre ellos, los capitalistas ligados a las actividades agrícolas, comerciales y bancarias, ya que estaban en contra del intervencionismo social derivado del reformismo.

La clase media, refiere la anterior fuente, veía frustradas sus aspiraciones de ascenso social, especialmente por las consecuencias de las transformaciones del capitalismo y de la Segunda Guerra Mundial; condiciones más críticas vivieron los sectores obreros y campesinos por la inflación, la especulación y la intermediación de alimentos y bienes básicos.

En esas elecciones, llega al poder Teodoro Picado, quien retomó principios liberales, aunque aseguró la permanencia de las reformas hechas durante el gobierno de Calderón Guardia y la alianza que le respaldaba (De la Cruz, 2020: 21).

En relación con el gobierno de Picado, es importante resaltar lo siguiente:

(…) prácticamente no hubo políticas reformistas en el campo social, pues solo se mantuvo la legislación social de 1942-43. (...) Además, con Picado se dio una clara tendencia anticomunista (...) lo que hubo fue un decrecimiento en la aplicación de políticas reformistas (Salazar, 1990: 234).

La crisis que enfrentaba el viejo modelo liberal creó conflictos entre el Estado y los estratos medios, así como con el pequeño y mediano campesinado. En esta situación se apoyaron grupos políticos conocidos, como Acción Demócrata y el Centro de Estudios para Problemas Nacionales, que derivaron en la formación del Partido Social Demócrata, que luego de la guerra de 1948, se constituyó en el Partido Liberación Nacional, una de las fuerzas políticas más determinantes del siglo XX en el país (Romero, 1983: 236).

Durante las elecciones de 1948, el Partido Republicano Nacional propone como candidato a Calderón Guardia, quien buscaba la reelección, situación compleja, ya que las relaciones de “guerra fría” que vivían los Estados Unidos con la Unión Soviética ejercían cierta influencia en el país y, a Calderón, se le cobraba su supuesta alianza con los comunistas (Molina, 2008: 52).

Los socialdemócratas, grupo recién constituido, eran la oposición de Picado y del candidato Calderón, y propusieron la figura de Otilio Ulate. Esas elecciones ocurrieron en un ambiente conflictivo, que terminó con el desconocimiento de los resultados; la presión militar de Figueres Ferrer (posterior líder social-demócrata) hacia Picado, lo llevó a dejar el poder, y propició el establecimiento de una Junta de Gobierno (Molina y Palmer, 2002: 76 y 77).

Cuando Picado dejó el poder, Santos León Herrera, gobernó desde el 19 de abril hasta el 8 de mayo de 1948; al instaurarse la Junta de Gobierno, se estableció el pacto “Ulate-Figueres”, en el cual se reconocía al primero como presidente electo (Salazar, 1990: 235).

El nuevo gobierno de facto, se denominó “Junta Fundadora de la Segunda República” por el deseo de romper con el orden jurídico administrativo anterior, y con los planes de construir un nuevo régimen, diferenciado del de 1821-1948. Las reformas sociales, durante la junta liderada por Figueres, fueron muy limitadas, pues básicamente se mantuvo la legislación de los dos gobiernos anteriores y se les dio respaldo constitucional en la nueva Carta Magna de 1949, vigente hasta el siglo XXI (Meléndez, 1983: 147).

En síntesis, según lo expuesto en este subapartado, algunas de las condiciones básicas, que conducen al surgimiento del reformismo en Costa Rica fueron:

-La crisis del liberalismo tradicional criollo.

-Las presiones de las potencias internacionales como USA y la URSS, y sus tendencias societales.

-La organización de las y los trabajadores, fortalecida por medio de la sindicalización y otras entidades con fuerte asidero ideológico, político y cultural, nunca observado en el país.

-Las críticas condiciones de supervivencia de las personas trabajadoras, así como el empobrecimiento de la clase media y obrera, lo que agudizó las manifestaciones de la “cuestión social”.

-Las transformaciones en la administración pública, que demandaban rasgos más burocráticos.

-La legislación que fundó y orientó a las nuevas instituciones, en ámbitos como la educación, la salud, la vivienda y la asistencia social.

-El desplazamiento, movilización y concentración de habitantes, tanto dentro de las urbes, como de las áreas rurales hacia ellas porque se abrían nuevos mercados para la fuerza de trabajo.

-Las transformaciones en el capitalismo mundial y local, configurado en ese contexto por el monopolismo.

-Las alteraciones en los procesos de producción-consumo, que oscilaban en las crisis capitalistas y sus fórmulas de reorganización.

Lo escrito hasta ahora permite entender que la comprensión de las condiciones de vida del país requerían de un conjunto de respuestas estatales que aminoraran, tanto las repercusiones inmediatas de la geopolítica internacional, como las tensiones de las oligarquías locales, en un contexto en que se producía el desgaste de los presupuestos que derivaban del siglo XIX, y que se confrontaba con inéditas fuerzas sociales, las cuales emergían, se reagrupaban, negociaban y convenían orientaciones y posibilidades que el reformismo moldeó, para la comprensión del modo de vida capitalista.

A modo de cierre

El liberalismo, en su paulatino desgaste, demostró ser una plataforma ideológico-política que, en el período histórico en estudio, fue incapaz de evitar confrontaciones a lo interno de los grupos capitalistas, y neutralizar la fuerza social de la clase trabajadora.

Sin embargo, constituyó una base sustantiva para justificar las articulaciones con el imperialismo norteamericano y británico, en especial en lo concerniente al proceso de instauración del capitalismo monopolista en occidente.

El papel del Estado en este pequeño país se fue tornando cada vez más determinante, tanto para la mejor organización de la hegemonía política, como para tratar de establecer una arquitectura de intervenciones, regulaciones e incentivos que direccionaran las demandas de la clase trabajadora y que evitaran el colapso de los intereses capitalistas (locales y extranjeros).

En este escenario reformista, vale destacar el papel que tuvo la Iglesia católica, en la medida en que, políticamente, estableció parámetros para determinar las posibilidades de hacer alianzas con el Gobierno y con las organizaciones de las personas trabajadoras.

Durante el reformismo, con la presión del Partido Comunista, fue posible la instauración de ciertas garantías regulatorias contra la explotación trabajadora, que, luego de este logro, sufrió la persecución ideológica hasta la extinción de su entidad política, acompañada de asesinatos en serie de algunas personas que lo lideraban.

El Estado trató de reactivar la economía por medio del incentivo para el consumo, lo que, a su vez, se articuló a los cambios en la administración pública, al tratar de cuestionar el clientelismo, el apadrinamiento y la creación de prácticas despóticas, así como de estimular orientaciones burocráticas.

De esta manera, se observa cómo el reformismo nacional tomó auge gracias a las inconsistencias de los liberales, el deterioro de las condiciones de vida en el país, la presión internacional, los eventos bélicos mundiales, la expansión ideológica que luchaba a favor de la clase trabajadora, y que buscaba ser neutralizada, tanto por fracciones conservadoras como liberales, llegando, incluso, a romper el orden constitucional y derivar en un conflicto armado en 1948.

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