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Reexistencias desde las vejeces: la edad como dimensión de lucha
Andrea Dotta Brenes*
Resumen
Las mejoras que se han logrado en las condiciones de vida de la población se traducen en una mayor cantidad de adultos mayores. Costa Rica vive un proceso acelerado de envejecimiento poblacional que debe analizar, a la luz de una teoría social crítica desde el sur. Hay que reflexionar sobre los constructos que la modernidad ha fabricado en relación con lo que significa envejecer de acuerdo con premisas estereotipadas y mitificadas que generan interacciones que discriminan y violentan a las personas adultas mayores y, por lo tanto, afectan el pleno goce y ejercicio de sus derechos humanos. Tratar de comprender la forma en que las y los sujetos de estudio asumen su envejecimiento contribuirá a construir alternativas para luchar por su liberación.
En un mundo que envejece aceleradamente, estudiar cómo enuncian las personas este proceso permitirá avanzar en la promoción de los derechos humanos como una tarea que se fundamenta en el reconocimiento de la dignidad de este grupo poblacional, como un proyecto práctico de resistencias y de reivindicación de las libertades.
Palabras clave: derechos humanos, envejecimiento, liberación, modernidad, narraciones sociales, vejez.
• Licenciada en Trabajo Social por la Universidad de Costa Rica, magister en Tecnología Educativa por la UNED y magister en Derechos Humanos y Educación para la Paz por el Instituto de Estudios Latinoamericanos-IDELA-UNA
• ORCID 0000-0002-8198-7681
Recibido: 29-1-2024
Aceptado por el Consejo Editorial: 14-2-2024
Old Age Re-existences: Age as a Dimension of Struggle
Andrea Dotta Brenes*
Abstract:
Improved living conditions translate into a larger older adult population and since Costa Rica is a country with an accelerated process of population aging it should concern itself with analyzing, in the light of a critical social theory from the south, the constructs that modernity has manufactured regarding what it means to age based on stereotyped and mythicized premises that lead to interactions that discriminate and abuse older adults and therefore affect the full enjoyment and exercise of their human rights. Approaching an understanding of the way the study subjects assimilate their aging will help construct takeaways for the struggle for liberation.
In a rapidly aging world, studying how people articulate this process will lead to breakthroughs for promoting human rights as a task based on the recognition of the dignity of this population group, as a practical project of resistances and assertion of freedoms.
Keywords: human rights, aging, liberation, modernity, social narratives, old age.
*Licentiate degree in Social Work from the University of Costa Rica, Master’s in Educational Technology from the UNED and Master’s in Human Rights and Education for Peace from the Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela, UNA)
ORCID: 0000-0002-8198-7681
Received: 11/20/2023
Approved: 2/14/2024
Introducción
La conformación de la población mundial se ha modificado y, por primera vez en la historia de la humanidad, aumenta la cantidad de personas adultas mayores, y se constituyen en el grupo de mayor crecimiento poblacional. Esto se conoce como el fenómeno mundial del envejecimiento. Partiendo de que toda relación social se estructura simbólicamente y de que todo orden simbólico se estructura discursivamente (Alegre, 2018), es importante estudiar distintas concepciones sobre el significado del envejecimiento a partir de constructos sociales que consideran lo que implica vivir en un mundo moderno que ha llenado de mitos y estereotipos este proceso.
La mitificación de la vejez ha sido tratada ampliamente en otros estudios; sin embargo, estas construcciones no se han analizado a profundidad desde una lectura de la “teoría crítica de los derechos humanos” y la “filosofía de la liberación”, por esa razón este trabajo intenta llenar un vacío investigativo al proponerse: “Analizar las narraciones sociales sobre vejez y envejecimiento de las personas con edades entre 45 y 60 años que participan en los programas de la Asociación Gerontológica Costarricense (Ageco) en Costa Rica durante el año 2022 y que posibiliten aproximaciones y propuestas desde la filosofía de la liberación”.
El pensamiento crítico se consolida como una de las vías que permiten evidenciar las exclusiones generadas por el sistema neoliberal imperante que convierte a poblaciones enteras en descartables, abren paso a la creación de narraciones propias sobre el envejecimiento y evitan las impuestas; asimismo, entienden la necesidad de comprender estos constructos discriminatorios y deconstruirlos desde la propia enunciación y capacidad de agencia para resignificarlos en planteamientos dignificantes y liberadores no solo a lo largo del curso de la vida; sino, especialmente, en la etapa de la vejez.
Metodología
La investigación en la que se basa este artículo utiliza el enfoque cualitativo, que a partir de la observación, la entrevista semiestructurada a 15 sujetos y la triangulación, estudia los fenómenos sociales desde los significados que se les atribuyen a ellos mismos, utiliza una aproximación fenomenológica-hermenéutica que plantea como pregunta generadora: ¿Cuáles son las narraciones sociales sobre envejecimiento y vejez de las personas en edades comprendidas entre los 45 y 60 años, participantes de los programas de Ageco en Costa Rica que posibilitan aproximaciones y propuestas desde la filosofía de la liberación?
Narraciones sociales respecto al envejecimiento y la vejez de personas de 45 a 60 años, participantes de los programas de Ageco en Costa Rica durante el 2022
Experiencias de convivencia
La mayoría de las personas entrevistadas expresaron de forma positiva sus experiencias de convivencia con personas mayores al describirlas desde el amor y el cariño, indicaron que esa relación les permitió educar desde los valores y el respeto, o aprender a trabajar duro. La definieron como una experiencia de gratos recuerdos, espacios de tertulias, reuniones familiares alrededor de comidas tradicionales; sin embargo, otras personas describieron esa convivencia desde una perspectiva diferente, a partir de una relación distante; las asocian con sentimientos de soledad, depresión, mal humor y, en algunos casos, se refieren a la presencia de relaciones machistas y patriarcales.
Es interesante que muchas de las personas entrevistadas no pudieron determinar la edad de las personas mayores con las que convivieron; por ejemplo, se expresó: “Todos parecen viejillos. No sé qué edad tendría” (persona entrevistada 1, comunicación personal, 13 de julio de 2022). A lo largo de las entrevistas, la narración se fue transformando, pues se encontraron testimonios que contrastan los recuerdos con la edad actual de quienes los expresan: “Yo los veo con estos ojos de 56. Antes de estar en cursos, pensaba que eran viejitos, pero ya no pienso así. Por ejemplo, ayer un tío de 70 falleció y pensé que estaba joven” (persona entrevistada 4, comunicación personal, 6 de julio de 2022).
Además, tres personas describieron a la población mayor con la cual convivieron a partir de una visión cosificadora y dependiente: “la sentábamos al sol, como si fuera un mueble” (persona entrevistada 2, comunicación personal, 13 de julio de 2022), “pensando en mi bisabuela, envejecer era tan normal como sinónimo de dejar de servir para la sociedad, de ser invisible, ser un objeto. Era tan normal como ir cuesta abajo hasta apagarse como una línea recta descendente” (persona entrevistada 1, comunicación personal, 13 de julio de 2022).
Definiciones de envejecimiento y vejez
Por tratarse de un proceso natural, los entrevistados observaban los cambios en las personas, pero no consideraban necesario conversar al respecto, “solo se envejecía como algo tan tan natural que simplemente no se hablaba” (persona entrevistada 3, comunicación personal, 6 de julio de 2022). Otras personas refirieron que, aunque no recuerdan conversaciones abiertas sobre el tema, sí escucharon a algunas personas mayores quejarse respecto de padecimientos, dolencias y enfermedades; todo aunado a expresiones como “ya no servían”. También se recordaron chistes y bromas al respecto, expresiones que ahora se pueden analizar como mitos o estereotipos referentes a la pasividad, como lo rebela este ejemplo: “las personas mayores no deben moverse porque se quiebran” (persona entrevistada 14, comunicación personal, 21 de julio de 2022).
Resalta un testimonio en particular, porque la persona narró el suicidio de su abuelo que consideraba que, por ser viejo, “ya no valía”. También contó que la familia enfrentó ese suceso con naturalidad al comprender las razones que motivaron al abuelo a realizar ese acto. Este mismo testimonio, que corresponde a una persona de Guanacaste, recuerda a las personas mayores como “malhumoradas”, lo que refiere al análisis del rol de género masculino como proveedor y protector, geográficamente situado en una periferia y por eso, cuando se considera que esa función no puede seguir desarrollándose, se considera natural la decisión que tomó el abuelo.
Las formas en que las personas conviven con la población adulta mayor durante su niñez o adolescencia, y escuchan anécdotas sobre su situación influyen en la manera en que se concibe el proceso de envejecimiento y la etapa de la vejez; de ahí que se plantearan dos preguntas: ¿qué es el envejecimiento y la vejez?, y, ¿qué define a una persona mayor?
Quienes aluden a la etapa de la vejez indican que es universal y que los cambios de roles apuntan, en primera instancia, al deterioro, concepción que va de la mano con expresiones negativas: perder valor, quedarse botado, ser desechable, perder fuerza y retención de la memoria. Lo anterior permite determinar diversos temores asociados a las enfermedades y la dependencia:
En una sociedad, si no sos una persona productiva, sos como un estorbo y si soy carente de estudio, me espera un final no muy prometedor. Cuando usted no tiene dinero, es un estorbo, una carga para los hijos; no tener una solvencia económica para pagar un hogar y vivir arrimado, como se dice vulgarmente (Persona entrevistada 8, comunicación personal, 12 de julio de 2022).
Otro de los roles sobre los que se habló es el relacionado con el trabajo y el descanso. Se espera que las personas mayores ya no trabajen, aunque se reconoce que algunas deben seguir haciéndolo para mantener a sus familias. Por lo tanto, en estos casos, la función de proveedor no cambia. Asimismo, se expresan concepciones que remiten a la vejez como la plenitud de la vida, la cúspide, una etapa emocionante, un reto, una nueva vida. En la siguiente respuesta es posible entrever el envejecimiento como proceso a partir del enfoque del curso de vida:
Que me duele la cabeza o las piernas, pues sí, pero esto es por no hacer ejercicios. No lo asumo que es por vejez, sino como parte de la vida. Si no hago ejercicio, me voy tullendo por ser sedentaria, pero no por vieja. Soy feliz con mi edad y no me la quito para nada… Hay cosas que no puedo hacer. Ya no puedo subirme a un palo, ya me subí a muchos, ya no voy a ir detrás de un bus corriendo, pero espero al que sigue. Ya no me asfixio, me tomo la vida con calma y la disfruto (Persona entrevistada 12, comunicación personal, 19 de julio de 2022).
De acuerdo con lo expuesto, existen dos posiciones diferenciadas, la de los que asumen la etapa de la vejez como de deterioro y dependencia y la de quienes, por el contrario, la entienden como reto y oportunidad y, por lo tanto, la disfrutan e incluso, la agradecen. Quienes se relacionan con personas mayores que califican como “activas” se proyectan de forma similar, y explican que la vejez es más un estado de pensamiento y de sentimiento que de edad.
Discriminación y viejismo
Entre las manifestaciones de discriminación se encuentran las que describen filas preferenciales que toman más tiempo de lo debido: discriminación laboral y comentarios viejistas al participar en redes sociales: “¿Qué está haciendo, viejillo, en redes sociales? Debería estar con el rosario rezando” (persona entrevistada 6, comunicación personal, 11 de julio de 2022); además de otras expresiones que califican a los adultos mayores como casi imperceptibles, por lo que “arrugan la cara” ante una persona mayor. Otros testimonios refieren a violencia patrimonial, psicológica e institucional. Por ejemplo, una institución que le negó un servicio de aseguramiento a una persona por su edad o el caso en el que el conductor de un vehículo de transporte público no atiende la solicitud de detenerse en una parada que le hace una persona mayor.
Vale la pena mencionar tres relatos por la experiencia y concepción que manifiestan en torno a la vejez; la primera, referente a mitos, las siguientes se refieren al nexo con el que la modernidad determina el valor de las personas en relación con su capacidad de producción:
Me sorprendió que leí que los adultos mayores tienen cierto olor. Lo conversé con mis hijas y me dijeron que sí, que huele a señora viejita y eso me afectó muchísimo. El cuerpo parece que huele diferente y no lo podemos percibir (Persona entrevistada 1, comunicación personal, 13 de julio de 2022).
El mundo discrimina porque no vas a la misma velocidad, por cruzar la calle, por la forma de vestir, con ropa moderna (Persona entrevistada 12, comunicación personal, 19 de julio de 2022).
Se lleva un símbolo de “ya no sirve”, ya se dio todo lo que se podía dar, que ya no servimos, que ya no nos sirve el cerebro, ya los viejillos jugaron. Por ejemplo, en el amor y en el trabajo, ya no tienen fuerzas” (Persona entrevistada 13, comunicación personal, 20 de julio de 2022).
Los escenarios de edadismo, discriminación y violencia que han presenciado las personas entrevistadas se ven reflejadas en los temores y retos que se plantean con respecto a su propio proceso de envejecimiento, situación que se tratará en líneas posteriores. En este mismo orden de ideas, se consultó si las personas entrevistadas, en tanto envejecientes, habían recibido algún trato diferente. Para analizar las respuestas es esencial hacer la diferencia por género: cinco mujeres indicaron haber recibido un trato diferente; por ejemplo, en la búsqueda de empleo. En cuanto a sentirse en desventaja frente a las tecnologías de la información y de la comunicación, se refieren a ellas como “vieja” o “mi mama”. También notaron cambios en el trato: antes eran llamadas “princesa” y ahora “doña”; entonces, se cuestionan: “¿en qué momento pasé de “mamita” a “doña”? Es una tontera, pero es una marca que me va diciendo que ya no soy… Ya no soy princesa, ya soy doña” (persona entrevistada 14, comunicación personal, 21 de julio de 2022).
Dos mujeres indicaron que no habían sentido ningún tipo de cambio en el trato. No obstante, comentaron que la edad había sido un obstáculo para conseguir trabajo. Hechos como que les digan “doña” o les cedan el primer lugar en la fila lo asocian a su condición de género y no a la edad. Otra entrevistada expresó que tiene sobrepeso y por esa razón ha recibido un trato discriminatorio asociado a esta característica, mas no por su edad. Este último escenario remite a una situación de discriminación múltiple en tanto el género, el aspecto físico y la edad confluyen para manifestarse interseccionalmente en las expresiones de discriminación.
Por su parte, la mayoría de los hombres manifestó que no había recibido ningún trato diferente por causa de su edad. Señalaron que “no aparentaban” la edad que tenían; sin embargo, cuando se refirieron a la imposibilidad de conseguir trabajo expresaron que esa situación sí estaba ligada a la edad. Algunos dijeron que sí habían sido tratados de manera diferente: “Por ejemplo, ir a ciertos lugares, restaurantes, bares… La gente se agrupa por edades…son muy pocas las personas adultas mayores en esos espacios, no nos toman en cuenta, no nos determinan. Somos una sombra” (Persona entrevistada 2, comunicación personal, 13 de julio de 2022).
La discriminación y las prácticas viejistas también pueden presentarse en el plano individual, pues a partir de los mitos y estereotipos autoimpuestos las personas las crean. Por esa razón se consultó: ¿cuál o cuáles sentimientos siente al saber que se encuentra próximo o próxima de llegar a la etapa de la vejez? Ante esta interrogante las principales respuestas giraron en torno a incertidumbre, ser una carga, nostalgia del pasado, el cuerpo convertido en una prisión, miedo ante las enfermedades físicas y cognitivas, tristeza, susto, frustración, insatisfacción, soledad, temor a no poder pensionarse o vivir una situación de violencia patrimonial. En general, existe un gran temor a la dependencia en tanto se concibe la vejez como pérdida de valor, de salud, de relaciones y de capacidades. No obstante, otras personas expresaron que no tenían ningún temor, ya sea, porque no pensaban sobre esta situación o, porque consideraban que este momento les generaría alegría por ser otra etapa más de la vida.
Preparación para la vejez
Quienes comentaron que han propuesto estrategias de preparación argumentaron que hacerlo les permite tomar conciencia respecto a su propio proceso de envejecimiento. Las estrategias se agrupaban de acuerdo con los cuatro pilares del enfoque de envejecimiento activo:
Salud: la mayoría de las respuestas correspondieron a este pilar y se relacionaron con la salud física y mental. Se hizo referencia al seguimiento de tratamientos y a las citas de salud, la toma correcta de medicamentos, la práctica de ejercicios y a la necesidad de hacer una dieta consciente, entre otros aspectos. Se aludió, también, a la conveniencia de realizar actividades que disfrutaran y les permitieran mantener actividades diarias que fueran estimulantes cognitivamente. El motivo de estas acciones radica en desear una salud integral sana orientada a disminuir el deterioro y, por lo tanto, la dependencia.
Aprendizaje a lo largo de la vida: las personas entrevistadas mencionan que están llevando cursos, así como aprendiendo sobre sus derechos, por ejemplo: “Me gusta prepararme. Una no sabe. Estoy estudiando, estoy sacando una licenciatura. Me interesa aprender otros idiomas, me gusta investigar” (persona entrevistada 5, comunicación personal, 6 de julio de 2022). Incluso, hay personas que afirman tener una lista de cursos que desean llevar una vez pensionadas: “creo y pienso que nunca dejamos de aprender, lo hacemos hasta el último día” (persona entrevistada 2, comunicación personal, 13 de julio de 2022).
Seguridad social: al igual que con el pilar de la salud, este se asocia con el temor a envejecer desde la dependencia; de ahí que se definan estrategias vinculadas con saldar deudas, presupuestar la pensión, generar proyectos de emprendimiento que aseguren una mejor condición económica o para el pago de servicios de cuidados de largo plazo, procurar ahorros, continuar trabajando, cancelar la deuda de vivienda con el fin de tener control sobre un espacio digno para vivir o planificar un cambio de hogar de una sola planta.
Participación: en relación con este aspecto, se señala la planificación de actividades de recreación, dedicar tiempo a sí mismos, organizar el propio funeral, compartir tiempo con amistades o asistir a paseos. La participación se asocia a la conveniencia de evitar el sedentarismo y mejorar los vínculos relacionales, con amistades, familia, la iglesia e, incluso, la naturaleza. Un ejemplo de lo anterior se muestra en esta cita: “Vivo cada momento al máximo, árboles, pájaros, ríos; de los pequeños grandes detalles hasta observar una flor, una fruta, una avispa” (persona entrevistada 7, comunicación personal, 11 de julio de 2022). Aunado a esto, algunas personas identifican la participación como una oportunidad para realizar voluntariado y así aportar a la intergeneracionalidad.
En relación con los aspectos positivos y los retos que implican envejecer, hubo dos personas que manifestaron que no encontraban aspectos positivos en ese proceso y aseguraban que la etapa de la vejez “nunca me ha gustado ni he querido llegar a ser viejo… Respeto a los demás, pero yo no quiero” (persona entrevistada 8, comunicación personal, 12 de julio de 2022). En la entrevista 9 se expresa: “Siempre he pensado que la eutanasia es lo mejor para esta situación en caso de tener que depender de alguien más” (persona entrevistada 9, comunicación personal, 12 de julio de 2022).
Las demás personas identificaron la etapa de envejecimiento como un tiempo para hacer con la madurez y el conocimiento acumulado, lo que en la juventud no pudieron realizar. Como factor importante para lograrlo se enuncia la libertad en muchas de las narraciones: para decidir y para expresarse sin ser juzgado o juzgada. Otras personas indicaron que encontraban muchos aspectos positivos en esta fase de la vida, porque todos los momentos se pueden asociar con aprendizaje y con una actitud positiva para vivir bien.
Las personas entrevistadas asocian los retos a factores económicos y de salud vinculados a la dependencia, por lo que la autonomía surgió como una constante en todas las narraciones. Entre los factores que la propician se mencionaron: asumir que se envejece en concordancia con la construcción de la identidad y el sentido del valor, la lucha contra edadismos, la parte emocional y relacional, la brecha tecnológica y la falta de acciones del Estado que aseguren una vejez digna. Claro ejemplo es el recorte presupuestario dirigido a instancias que trabajan esta temática porque no se considera una inversión prioritaria. Estos retos están relacionados con vivir y morir con dignidad, y para lograrlo la autonomía es fundamental, como se expresa en este caso: “Quiero y anhelo ser coherente hasta el último día de mi vida” (persona entrevistada 14, comunicación personal, 21 de julio de 2022). También se vinculan los retos con un envejecimiento activo desde los cuatro pilares delimitados en líneas anteriores: “La primera lección es que he tenido que desaprender cosas que aprendí mal, en muchas dimensiones de mi vida, y eso me hace pensar que me estoy preparando para vivir más liviana, más suelta y más libre”.
Vinculación entre la forma en que las personas asumen el envejecimiento y la vejez con respecto a la categoría modernidad
Los imaginarios sociales que producen y reproducen mitos sobre el envejecimiento y la vejez se materializan en narraciones como, “esquemas interpretativos de la realidad socialmente legitimados y que tienen su manifestación material en los símbolos, actitudes, presentaciones, discursos, valoraciones culturales y conocimientos históricamente elaborados y modificables en el tiempo. Se configuran, además, como matrices para la cohesión social… (Pérez, 2017, p.13). Se otorga sentido a la realidad a través de la imaginación, porque esta es una construcción social. Cuando las personas se comunican, se transmiten formas específicas de pensar, a partir de las cuales se reconocen prácticas sociales propias de cada sociedad, esto “remite al valor del significado que tiene en nosotros la propia representación y que influye en nuestra acción y en nuestra percepción de las cosas. Se trata, además, de una manifestación del propio cuerpo social al que pertenecemos” (Pérez, 2017, p.5).
Por consiguiente, no se trata de un proceso de verificación de ese imaginario, es decir, de establecer qué es verdadero o falso, sino, más bien de comprender colectivamente cómo ha sido construido, cuál es el origen de la información y a cuál sistema le es útil, según la manera como se promueven el ordenamiento y el control social. En este sentido, Baeza (2000) explica que:
…los imaginarios sociales son plurales y que además en cada sociedad existen en diferentes niveles y ámbitos de aplicación por lo que se estima oportuno hablar de imaginarios dominantes e imaginarios dominados por lo que el tema del poder y la dominación estarían imbuidos en el universo simbólico de cada uno de ellos, en pugna. (p.29)
En tanto los imaginarios son construcciones sociales, están sujetos a ser transformados; asimismo, tienen el potencial para ser herramientas de cambio que contribuyan a generar diversas estrategias de liberación del dominio del sistema imperante, pues los nuevos imaginarios y las nuevas narraciones articulados desde la liberación y la ética del cuidado consolidarían el camino para garantizar los derechos humanos de las personas mayores no como elemento discursivo, sino como praxis liberadora.
A continuación, se realiza el ejercicio de enlazar los principales resultados de las entrevistas referentes a imaginarios sobre mitos y estereotipos sobre el envejecimiento y la vejez con la categoría de modernidad.
Percepción de cambio del valor respeto
Para América Latina, la modernidad inicia en el periodo de la colonización, como proceso de genocidio y epistemicidio de la otredad doblegada frente a la concepción eurocéntrica de desarrollo y civilización. El autor Quijano (2011) explica que la conquista de la ahora llamada América genera un nuevo orden en el mercado mundial, que anteriormente se centralizaba en el Mediterráneo. El colonialismo, como orden político, concluyó con las luchas independentistas; pero la colonialidad como dominación permaneció, y generó un nuevo patrón: la colonialidad del poder, desde la dominación social de la etnia, el género y la explotación para la producción en la que se basa el capital, y se da paso a la modernidad, época que no hubiera sido posible sin América.
Quijano (2011) considera que esta colonialidad del poder implicó la construcción del sujeto moderno, de su identidad a partir de la forma en que se ven y se conciben al mundo y la vida; además, sirve como instrumento de control social y de la subjetividad del imaginario, y produce una mentalidad colonial que reniega de sí misma y se reproduce sin cuestionar su origen, “…una colonización del imaginario de los dominados” (Quijano, 1992, p.2). Introduce las formas más desiguales de existencia, se convierte en espejo reflector de mitos y estereotipos con imágenes falsas sobre progresos que naturalizan la supuesta inferioridad de unos grupos poblacionales frente a otros (Radovich, 2009); por ejemplo, de las personas jóvenes sobre las personas mayores.
Paradójicamente, la modernidad también dio paso a la necesidad de investigar, de tener libertad, autonomía para pensar, para expresarse y para comunicarse. De acuerdo con Quijano (2011), durante la inquisición y el cristianismo no existió tal posibilidad; sin embargo, estas acciones deben partir de una cuidadosa reflexión en tanto las libertades se entretejen con las necesidades que genera el capital y se convierten en libertades instrumentalizadas a favor del mercado; enraízan las relaciones y estructuras de poder y dominación social, que luego se enmascaran como fenómenos naturales de ordenamiento universal; por ejemplo, la superioridad de la juventud sobre la vejez.
Como resultado de lo anterior, las personas presentan reticencias ante la idea de envejecer, en tanto supone experimentar actitudes viejistas, discriminatorias y violentas, dirigidas a la otredad asumida como no-digna, pues la modernidad impone el individualismo. La radical ausencia del “otro u otra”, que niega la idea de la diversidad. A las categorías sociales de etnia, género, clase y orientación sexual se suma la edad de la adultez mayor como una variable interdependiente dentro de las relaciones de poder, y afianzan una matriz de dominación que no ha sido analizada en profundidad debido a que el fenómeno del envejecimiento poblacional es una realidad relativamente reciente.
Construcción de la propia imagen de envejecer: el mito de la productividad- improductiva
Si las personas recordaron relaciones positivas con las personas mayores, ¿por qué luego manifestaron temor, incertidumbre, miedo y rechazo a envejecer? Quijano (2017) describe cómo el dominio de la razón sobre la humanidad industrializa a las personas en consumo y mercancía. Expone que:
Durante el mismo período en que se consolida la dominación colonial europea, se fue constituyendo el complejo cultural conocido como la racionalidad-modernidad europea, el cual fue establecido como un paradigma universal de conocimiento y de relación entre la humanidad y el resto del mundo (Quijano, 1992, p.4).
El racionalismo entiende el conocimiento como una producción de la relación sujeto-objeto, que está en contra de todo aquello que no sea instrumentalizable, en el caso que se analiza: el envejecimiento y la vejez características propias de la vida misma. Se corre el peligro de perder la propia identidad, pues la modernidad hace creer que las personas se significan debido a lo que producen y su valor está en lo monetizable. Desde esa perspectiva, existe una transición en razón de la edad, en la cual, si la producción baja, también lo hace su valor.
En este sentido, las personas entrevistadas identificaron con claridad que el envejecimiento y la vejez están ligados a deterioros físicos y mentales como parte natural del ciclo de la vida; sin embargo, reducen, totalizan y homogenizan este declive en una etapa de pérdida casi total de funciones cognoscitivas y no en un proceso heterogéneo. De hecho, estos deterioros se relacionan con roles sociales como “dejar de servir”, “dejar de producir” y “dejar de ser útil”. Lo anterior permite comprender que la categoría modernidad-modernidades se vincula con las categorías de mercado y de capitalismo, las cuales generan el efecto contrario a sus principios de desarrollo y abundancia, puesto que:
…la condición de esa “ley de la acumulación capitalista” según la cual el crecimiento de la masa de explotados y marginados es conditio sine qua non de la creación de la riqueza y de los deslumbrantes logros del progreso… la realización o efectuación capitalista de la modernidad culmina en el “fenómeno de la enajenación”, descrito por Marx y después por Lukács. El ser humano de la modernidad capitalista se encuentra sometido –“esclavizado”, diría Marx bajo una versión metamorfoseada de sí mismo en la que él mismo existe, pero como valor económico que se autovaloriza (Echeverría, 2011, p.18).
Este autor señala a la modernidad capitalista como tendiente a la enajenación y a la abundancia, por lo que deriva en ambivalente. Ante esto, Quijano (1992) reflexiona que la sociedad es una estructura de relaciones que se vinculan entre sí a partir de esta una única lógica ambivalente y fundamentan relaciones sociales de subordinación creadas por las estructuras de dominación. Como consecuencia, “la peculiar tensión del pensamiento latinoamericano está hecha de toda esa compleja herencia” (Quijano, 2017, p. 33). La vida humana parece que deviene en “cosa”. En un mundo moderno, las personas se convierten en mercancía, de ahí la sensación de “perder valor” y “dejar de ser útil”; sin embargo, desde una postura crítica de los derechos humanos, las personas no podrían perder valor, porque el valor no radica en su producción, sino en su existencia misma y su utilidad no podría cosificarse porque proviene de su condición de sujetos históricos.
Empero, al mercantilizar las existencias, el mercado se instaura como espacio válido de intercambio de objetos que fragmentan las relaciones sociales, lo que las obliga a ser frías, distantes, individuales e impersonales: “Nada se produce, nada se consume, ningún valor de uso puede realizarse en la vida práctica de la sociedad capitalista, sino se encuentra en función de soporte o vehículo de la valorización del valor de acumulación del capital” (Echeverría, 2011, p.18). Si la identidad es construida en parte sobre el valor de lo producido, al dejar de trabajar se pierde valor. De esta manera, se genera una gran contradicción, pues un rol impuesto por la sociedad es que las personas mayores ya no deben ni pueden trabajar; no obstante, la construcción moderna de la vida ha generado profundas desigualdades y pobreza en la mayoría de las poblaciones, lo que implica, para muchas personas mayores, el deseo y la necesidad de continuar trabajando con el fin de garantizarse una vejez digna. Los mismos roles sociales impuestos impiden el acceso al trabajo formal, aun cuando este sea reconocido como un derecho humano.
Lo anterior se convierte en un círculo perverso, ya que la modernidad precariza las vidas al mismo tiempo que impide desarrollar estrategias de sobrevivencia. A las personas mayores en búsqueda de trabajo se les imponen mitos y estereotipos que las desvalorizan, mientras que se enaltecen los roles asignados a la juventud como, por ejemplo, la “rapidez”. Señala Galafassi (2002): “Esta instrumentalidad del saber científico que obliga a preguntar siempre para qué sirve (...)” (p. 7), se violenta el derecho al trabajo que proporciona las condiciones para una vejez digna. Como resultado, las personas mayores son expulsadas a la zona del no ser, como explica Fanon (2018): “seres descartables que ya cumplieron con su rol y su valor es cuestionado”. Ante este escenario, no es de extrañar que la mayoría de las personas entrevistadas se refieran a la necesidad de prepararse para la vejez y priorizar la dimensión económica (consecuentemente disminuyen otras dimensiones como por ejemplo la salud mental, las relaciones socioafectivas, la sexualidad o el aprendizaje a lo largo de la vida). La racionalidad niega la otredad y la extermina, la encarcela, la institucionaliza en hogares de larga estancia y centros diurnos. En estos espacios se ubican las personas sin lugar, sin familia, sin redes de apoyo, con discapacidad, con deterioro cognitivo, sin pensión o en situación de abandono.
De acuerdo con Barrera (2021): “Esta instrumentalización se hace desde una concepción invertida de estos derechos, visión creada por Occidente con intereses capitalistas; en otras palabras, se trata de una perspectiva que niega los derechos humanos en nombre de los propios derechos humanos” (p.39). Es decir, la ciencia al servicio de la razón instrumental solo se utiliza para dominar a las poblaciones oprimidas por el sistema; quien no es útil no es real y no tiene derecho a existir; en consecuencia, se excluye y se violenta, y eso incluye a las personas mayores. Gallardo (2011) manifiesta:
La modernidad bajo su expresión propietario-capitalista tampoco crea ni menos consolida las instituciones que deberían potenciar universalmente a los seres humanos. La relación salarial (no todos pueden ser empresarios o accionistas corporativos) permite al obrero sobrevivir o malmorir, según sea su inserción laboral, pero también lo torna dependiente (sujetado y sumiso) de una relación económica, propiedad y apropiación, acumulación, que no puede alterar. El capitalismo combina su imperio económico con el sexismo (imperio patriarcal, reducción genital de la sexualidad, utilización del otro como objeto), lo que contiene la discriminación de todos quienes no se comporten como varones adultos (mujeres, niños, jóvenes, ancianos, homosexuales, etc.) (párr. 3).
El autor hace referencia específica al modo en que la forma de producción y de ordenamiento social capitalista excluye a las personas en razón de su edad, en tanto no solo deben producir, sino lograr la autoproducción; acción que permite la acumulación global de quienes habitan la zona del ser y utilizan la razón instrumental para despreciar a los que el mismo sistema domina y expulsa, por eso es que Gallardo dice que se instaura una lógica en la cual “Se debe consumir con opulencia y producir con eficiencia, aunque el planeta no pueda soportar este ejercicio” (2011, párr. 5). En este sentido:
La incapacidad del neoliberalismo para generar pertenencia, colectividad y un sentido creíble de futuro produce, entre otras cosas, enormes crisis de existencia y de significados que están siendo vividas por los no consumistas y los consumistas del mundo en formas que la ideología neoliberal no puede predecir ni controlar (Valencia, 2010, p.21).
Estas crisis de identidad, en su expresión más brutal, se evidencian en la persona que decide suicidarse por su edad al considerar que “ya no sirve”, y en un entorno familiar que de alguna manera respalda ese acto. Algunas personas indicaron que rechazaban el envejecimiento, y expresaron que anhelaban la eutanasia, dejar de vivir, dejar de existir con tal de no llegar a esa etapa. Es la “inversión de términos donde la vida ya no es importante en sí misma, sino por su valor en el mercado como objeto de intercambio monetario” (Valencia, 2010, p.21). La modernidad produce, explica Mbembe (2006), una población que:
…vive en un estado de absoluta precariedad, parias que no han sido expulsados de la sociedad del bienestar, sino que ocupan sus márgenes; seres invisibles que habitan no lugares (la calle, los aeropuertos, las estaciones de tren, los hospicios, etc.), cuya vida se encuentra en manos del necropoder (p.140).
En la línea de los planteamientos de Dussel (2015), las narraciones sociales sobre el envejecimiento y la vejez que se elaboran en la modernidad no pueden comprenderse como algo simple, lineal y dado, por tratarse de un fenómeno complejo en el cual coexisten diversas culturas y poblaciones. Sin embargo, la misma modernidad los rechaza, desprecia y elimina por tratarse de algo distinto. Lo que no es igual e idéntico implica una amenaza que debe ser sometida. Como resultado, se visualiza la vejez a partir de un mismo molde, las diversidades se invisibilizan obviando que las vejeces constituyen un grupo heterogéneo y silenciado. El discurso moderno “pone en duda la propia calidad humana. La sospecha, la duda metódica, se pregunta ¿es en realidad ser humano?, ¿por qué cree que tiene derechos? ¿es un ser racional?” (Rosillo, 2016, p.727). Dussel (2015) explica que esta racionalidad irracional, este instrumentalismo que solo utiliza lo que es competitivo, son las razones que explican por qué el progreso es solo para unos o unas y no para toda la población, por qué el progreso es solo para la juventud y no para la vejez y, por consiguiente, por qué solo existen derechos humanos para algunas personas y no para todas.
El poder sobre la propia vida: mito de la vejez como pérdida de autonomía y carga económica
Parte del temor a envejecer se encuentra entrelazado con la concepción de la pérdida de autonomía, el poder sobre la vida misma y la necesidad de recurrir a otras personas para el cuidado. En un mundo donde las personas tienen cada vez menos hijos e hijas, las posibilidades de las redes de apoyo se pueden ver limitadas, y esto significa depender de otras personas y del Estado para satisfacer los cuidados de largo plazo, un derecho positivizado mediante la Convención Interamericana sobre la Protección de los derechos de las personas mayores. A pesar de lo anterior, existe desconfianza en la capacidad del Estado para garantizar ese derecho.
Echeverría (2011) detalla que, desde la modernidad, las políticas económicas son centrales; en contraposición, las políticas de cuidados de largo plazo serían reconocidas como un “gasto social”; concepción que se entrecruza con las ideas que plantea Mbembe (2006) sobre necropoder y necroeconomía, conceptos entendidos como violencia económica mediante “la producción a gran escala de poblaciones “superfluas”, “excedentarias”, que el capitalismo ya no tiene necesidad de explotar, pero que debe gestionar de algún modo” (p.139).
Las formas de crear política neoliberal tienen como propósito legislar sobre la economía y el aumento de capital, lo cual significa abundancia y enriquecimiento solo para ciertas personas. Se trata de un capitalismo salvaje, que no solo es un sistema de producción, sino un sistema cultural que dicta las pautas de cómo vivir y cómo envejecer. El Estado legisla y decide quién debe vivir y cómo se debe morir a partir de necropolíticas (Mbembe, 2006). Así pues, crea lógicas particulares que perpetúan la mercantilización de la vida e instrumentalizan la humanidad y, por lo tanto, allanan la vía para la discriminación y la violencia al proponer formas de vida y de muerte indignas, lo cual constituye el mayor temor de las personas entrevistadas.
Se genera la creencia de que los sujetos individuales, aislados y abstractos que envejecen deben responsabilizarse solos y solas de ese proceso, tal como lo desea la ideología neoliberal, seres excluidos y excluidas de envejecer en comunidad, con una cultura y en un determinado lugar y de acuerdo con su historia de vida.
El cuerpo envejeciente como un espacio de defensa
La autonomía de los cuerpos es afectada por la concepción económica en relación con el sistema construido desde la lógica mercadocéntrica. Las personas envejecientes consideran que se encuentran en medio de resistencias y luchas por defenderse. Por eso, la mayoría se prepara para defenderse desde lo económico, desde lo relacional-afectivo, frente al trabajo, la salud, la educación, una vestimenta específica o, inclusive, la decisión de teñirse el pelo. El cuerpo envejeciente se percibe en un territorio de defensa de la vida y de la identidad en un mundo capitalista, donde las poblaciones son marginalizadas y marcadas por la colonialidad del poder, lo cual deviene en el espacio perfecto para la violencia generada contra la edad.
Se puede pensar esta categoría del cuerpo-territorio desde una amplia concepción del territorio como espacio de vida (Haesbaert, 2020), en donde convergen variables como la etnia, la orientación sexual, el género y la edad; por lo que el cuerpo se convierte en un territorio por defender, debido a la edad. Según cómo se ven y se perciben sus cuerpos, por ejemplo, pasan de ser llamadas como “princesa” o “reina” (expresiones del patriarcado) a “doña”. Esto es un reflejo de cómo la violencia de género también muta a lo largo del ciclo de vida para adaptarse a nuevas formas de dominación, por lo que se podría posicionar que la lucha contra el edadismo es una lucha del cuerpo-territorio:
Asumir la corporalidad individual como territorio propio e irrepetible, permite ir fortaleciendo el sentido de afirmación de su existencia de ser y estar en el mundo. Por lo tanto, emerge la autoconciencia, que va dando cuenta de cómo ha vivido este cuerpo en su historia personal, particular y temporal, las diferentes manifestaciones y expresiones de todas las opresiones (Cabnal, 2010, p.22).
Este planteamiento invita a ser conscientes del cuerpo como espacio que ha sido oprimido, cosificado, utilizado y violentado, y a entender que las opresiones a lo largo de la vida se acumulan en la vejez. Por ejemplo, ser mujer y ser “vieja”, ser homosexual y ser “viejo”, tener una discapacidad y estar en la etapa de la vejez, resultan en motivos de discriminación que se acumulan. Cruz (2017) refiere que:
…la invitación que deja la propuesta cuerpo-territorio es mirar a los cuerpos como territorios vivos e históricos que aluden a una interpretación cosmogónica y política, y donde habitan nuestras heridas, memorias, saberes, deseos, sueños individuales y comunes y a su vez, invita a mirar a los territorios como cuerpos sociales que están integrados a la red de la vida y por tanto, nuestra relación hacia ellos debe ser concebida como “acontecimiento ético” entendido como una irrupción frente a lo “otro”… (p.44).
El cuerpo es un territorio que debe cuidarse y defenderse a lo largo del ciclo de la vida; vincula el papel de los imaginarios y las narraciones sociales en el marco de la modernidad, entendiendo que “Los imaginarios sociales transcurren siendo un producto social, no individual. Se pueden encarnar en el sujeto, pero su origen se encuentra en el contexto” (Pérez, 2017, p.12). En definitiva, estos imaginarios mitificados como constructos sociales deben leerse desde una teoría crítica de los derechos humanos, como realidades indivisibles, interrelacionadas y complejas, con perspectivas no totalizadoras, homogeneizantes, que no han sido pensadas como verdades universales, sino como realidades de momentos históricos, construidas por sujetos concretos a partir de sus propias luchas, tensiones, intereses y contradicciones en espacios relacionales de poder. Al estar en constante cambio y movimiento, estos escenarios pueden ser repensados, replanteados para transformar existencias en formas de vida dignas y respetuosas entre todas las personas.
Aportes de la filosofía de la liberación a las narraciones sociales respecto al envejecimiento y la vejez en Costa Rica durante el año 2022
Encuentro con la otredad y reconciliación con la identidad
Dussel (2015) aboga por la importancia del encuentro con la otredad, con otras culturas y grupos poblacionales que permitan partir de la alteridad para comprender la intersubjetividad, la cual debe ser el fundamento de la filosofía para la liberación; además de combatir la idea de la totalidad y del reduccionismo monocultural. Sin embargo, se debe tener claro que, al inventar la otredad, el sujeto privilegiado se confirma a sí mismo: para construir la categoría juventud hay que construir la categoría vejez, fijar ideas de lo que ambas representan. ¿Cómo romper estos mecanismos de fijación? Se requiere recuperar al sujeto concreto, corpóreo, intersubjetivo con base en un acercamiento respetuoso al modo en que estos sujetos se auto representan rescatando las formas de envejecer, de ser y estar en la vejez. Este ejercicio de acercamiento a la otredad implica un reencuentro y un ejercicio de reconciliación que invita a revisarnos y reconstruirnos constantemente para entender el lugar de la enunciación de las y los otros y de uno mismo. Es por eso que la filosofía para la liberación debe entenderse desde la praxis liberadora y no desde una retórica discursiva excluyente y opresora, ya que:
…al fundamentar derechos humanos en la praxis de liberación, se comprende la importancia del consenso de las víctimas para que la lucha por “nuevos derechos” signifique la creación de un nuevo sistema, que incluye la participación de los que habían sido excluidos (Rosillo, 2016, p. 738).
En la cita anterior Rosillo (2016) utiliza la palabra víctima; sin embargo, es importante rescatar que no debe leerse desde un planteamiento que victimice a las personas mayores en relación con posturas pasivas al margen de la realidad, espectadoras y expectantes del cambio, pero no partícipes de él. Por el contrario, la categoría víctima surge a partir de la lucha que articulan los sujetos históricos como agentes en busca de su libertad. Por esto es fundamental un modelo diferente de racionalidad que elimine la dicotomía juventud/vejez que decanta en una comprensión terriblemente limitada del mundo reducida a un tiempo y a una historia lineal, más bien el tiempo debería interpretarse de forma circular. A este nuevo modelo De Sousa (2009) lo denomina una racionalidad cosmopolita que expanda el presente y contraiga el futuro, para lo primero sugiere una sociología de las ausencias, para lo segundo una sociología de las emergencias.
En palabras de De Sousa (2009) “El objetivo de la sociología de las ausencias es transformar objetos imposibles en posibles, y con base en ellos transformar las ausencias en presencias, centrándose en los fragmentos de la experiencia social no socializados por la totalidad metonímica” (p.109). Si se reconoce que la modernidad genera zonas del no ser donde hay no-existencias, esta propuesta es contrahegemónica y transgresiva; contra la monocultura del tiempo lineal, la ecología de las temporalidades, contra la monocultura del saber, la ecología de los saberes, frente a la lógica de la clasificación social, la ecología de los reconocimientos, ante la lógica de la escala dominante, la ecología de las transescalas y contra la productivista, la ecología de las productividades. De esta forma, realidades ausentes y silenciadas pueden ser recuperadas.
Además, y de manera complementaria, la sociología de las emergencias busca las posibilidades concretas que ofrecen las expectativas sociales expandiendo las experiencias de conocimientos, reconocimientos, democracia, comunicación, información, desarrollo, trabajo y producción. De Sousa (2009) explica lo siguiente,
La posibilidad de un futuro mejor no está, de este modo, situada en un futuro distante sino en la reinvención del presente, ampliado por la sociología de las ausencias y por la sociología de las emergencias y hecho coherente por el trabajo de traducción. (p.151)
Más allá de pensar ideales distantes y futuros cada vez más lejanos, De Sousa propone trabajar en el presente para impactar el futuro, trabajar hoy desde los imaginarios de las vejeces para romper con las fijaciones modernas sobre lo que implica envejecer, para lo que se requiere un trabajo de traducción el cual “…crea las condiciones para emancipaciones sociales concretas de grupos sociales concretos en un presente cuya injustica es legitimada con base en un masivo desperdicio de la experiencia” (2019, p.151). Elementos fácilmente encontrados a lo largo de las entrevistas realizadas. Este es un ejercicio de visibilización de las otredades desde sus propias enunciaciones que permite responder quiénes son y por lo tanto quiénes somos, es un ejercicio que al hacerse crea el propio imaginario de redibujarse y reimaginarse, nada más poderoso, transgresor y contrahegemónico que esto.
Vivencia y construcción de la libertad
Según la perspectiva anterior, para entender la categoría de libertad hay que situarla contextual e históricamente; comprenderla desde las modernidades implica que los seres humanos crean diversas opciones entre las cuales no solo “podemos elegir” sino responsabilizarnos de estos procesos. Sin embargo, se debe prestar atención al concepto de elección, pues no todas las personas tienen las mismas opciones, las historias de vida no son homogéneas, por lo que no se puede caer en la trampa ingenua de creer que todas las personas tienen las mismas capacidades de elegir libremente, pues están sujetas a situaciones de pobreza, discriminación, exclusión, violencia y opresión.
Este es un escenario que construye imaginarios sociales de lo que significa existir y envejecer en esta región del mundo. Reconoce que la realidad que se quiere entender para transformar es histórica, no estática; cuenta con un pasado, un presente y un futuro que pueden y deben liberar a los pueblos oprimidos. “Son luchas sentidas, sabias y sugerentes: despejan o abren un horizonte más luminoso. Dibujan y proponen nuevos imaginarios. Pero surgen desde la conflictividad de un sistema social, no caen del cielo” (Gallardo, 2010, p.73).
En consecuencia, las rupturas que buscan los proyectos contrahegemónicos se sitúan en la realidad, no suceden en la nada, corresponden a los espacios geopolíticos que tienen sus propias historias y culturas, aun cuando la modernidad haya querido instaurar un historicismo lineal y una monocultura temporal. De ahí que De Sousa (2009) sea contundente al afirmar “No hay emancipación, hay emancipaciones y lo que las define como tal no es una lógica histórica, son antes criterios éticos y políticos” (p.360). El autor entiende que la investigación y las aproximaciones a las enunciaciones contienen marcos teóricos y analíticos construidos por lógicas hegemónicas importadas lo que constituye un reto fundamentalmente crítico y liberador: construir desde las periferias latinoamericanas recuperar las propias historias, vivencias y experiencias desde los sujetos concretos.
Promover, respaldar y afirmar una lucha social
El camino para la liberación también requiere de la comprensión profunda de las estructuras políticas, económicas y de poder como elementos interdependientes, que generan las situaciones de exclusión, de no reconocimiento de la dignidad. Estas luchas populares constituyen un reclamo vivo porque su dignidad y sus realidades deben ser reconocidas; deben dejar de subsistir en la oscuridad de lo no nombrado, no pensado, del no-ser; una teoría crítica latinoamericana es “Una lucha popular reivindicativa [que]es también una lucha básica por la legitimidad humana” (Gallardo, 2010, p. 74).
Las múltiples luchas por la liberación de los mitos alrededor de la vejez, no pueden ser entendidas como elementos separados; por ejemplo, no se trata solo de una teoría, de una visión de mundo compartida por un grupo de profesionales, no es solo crítica en tanto desea comprender algo, descubrir sus posicionamientos ideológicos para indicar lo incorrecto dentro de un discurso, y tampoco se desliga de la globalidad. Es un conjunto de categorías que deben leerse relacionadas, entenderse fundamentadas y sentirse corpóreamente situadas (Gallardo, 2010). Debe ser popular y apuntar al reconocimiento de la universalización de las experiencias humanas sobre las vejeces (plurales, diversas, heterogéneas), pero desde la extirpación del componente de discriminación imperante contra la otredad (no-personas, “las y los nadie” de Galeano), que ha caracterizado al actual orden mundial occidental y moderno desde las épocas de la colonización/conquista y la posterior conformación de los estados-nación latinoamericanos gestados y nacidos sobre esa jerarquización, segregación y clasificación de seres humanos según la etnia, creencias, costumbres, sexo, género, nivel educativo, capacidad adquisitiva de consumo, edad y un largo etcétera.
Una teoría crítica de derechos humanos debe promover, respaldar y afirmar una lucha social organizada que apunte hacia cambios no solo político-económicos, sino culturales para resignificar lo que es vivir y envejecer; superar la inercia de la naturalización de las relaciones humanas que basan las nociones de bienestar y libertad en el consumo de mercancías y en la racionalidad instrumental de desarrollo y progreso como aspiraciones perpetuas respecto a la tenencia de lo material para alcanzar la felicidad y plenitud fijadas únicamente en la etapa de la juventud.
Solo las víctimas de estos sistemas represivos, utilitaristas y violentos son las personas y agrupaciones que legítimamente actúan como sujetos populares para la lucha, Gallardo explica que es una “[C]ategoría del pensar radical que designa a los sectores que, tornados vulnerables por el sistema de poder vigente, e impedidos de acceder a condiciones que les permitan autoconstruirse como sujetos, luchan organizadamente para cancelar las condiciones que generan vulnerabilidad” (2010, p. 73). Esto implica un ejercicio desde los cuerpos, una lucha organizada y popular de las personas mayores que se enuncian a sí mismas y se reconocen a partir de su capacidad de actuar, rompen con el imaginario social de la pasividad y de cualquier acercamiento a las poblaciones que sostienen posturas salvadoras o academicistas. Es la ruptura del ser objeto y no sujeto, que entiende a las personas en su momento histórico, con base en una lucha encarnada producto de sus experiencias y sentipensares, y un espacio concreto geo político.
Incorporación del envejecimiento y la vejez en la Teoría crítica latinoamericana
Una teoría crítica latinoamericana que analice la construcción de las concepciones del envejecimiento y la vejez, remite a un estudio reflexivo con propuestas de acción para el cambio y la liberación de pueblos, grupos y personas vulneradas por la edad; eso es lo que la convierte en popular. Alejarse de la eterna teoría que da vueltas sobre sí misma, y que emerge de círculos filosóficos, académicos e intelectuales, e impulsar una teoría que sale a la calle (y que debe nacer/gestarse en la calle), porque es de las y los sujetos, para ellos y por ellos; lo que exige una participación activa y protagónica de quienes son sus actores principales.
Esta lucha organizada es por la libertad, que no es solo para vivir y envejecer dignamente y con posibilidades de elegir libremente, sino que debe remitir a la búsqueda de la felicidad, no como un imperativo individual, sino como una construcción colectiva, entendiendo que somos seres sociales y que no podríamos ser realmente felices si otras personas viven en la injusticia social. La lucha por la dignidad resulta en un componente universal, Herrera (2008) explica que, los derechos humanos se corresponden con las herramientas que permiten alcanzar el objetivo global y el componente universal de la dignidad; ante acuerdos internacionales y nacionales, pactos, convenios y leyes como expresiones de la positivación de los derechos, hay que plantearse, ¿cómo aportan al bienestar y la dignidad en la vejez?
Los derechos humanos plasmados en estos documentos no deben ser utilizados de forma discursiva, como objetos de instrumentalización política de manipulaciones legitimadoras que pierden sus capacidades de liberación, y que peligrosamente pueden oprimir. Oprimen porque una ley es creada por seres corpóreos en posiciones de poder, que traen al papel su propio sistema de valores y creencias, se sitúan en un momento histórico que responde a una “determinada forma de entender los conflictos sociales” (Herrera, 2008, p.117). Esa ley resulta en un prisma de luchas, ideales, antagonismos, contradicciones y desgarramientos de una realidad que es impura en sí misma.
La mayor violación que puede existir es la de impedir la reivindicación de la idea de dignidad, el planteamiento que sustenta las luchas sociales radica en exigir que el Estado y su aparato, así como las sociedades, reconozcan la existencia de toda persona o población que haya sido victimizada, vilipendiada, excluida e invisibilizada; que se reafirme la dignidad como punto de partida para lograr un trato justo, un acceso equitativo, relaciones sociales y estructurales honestas y pacíficas; porque si la realidad es una construcción social, puede ser transformada en el tanto “…nada de lo humano es estático o procede de algún orden trascendental” (Herrera, 2008, p.125).
Es necesario recuperar y reconstruir una crítica creativa latinoamericana que coloque en el centro la reflexión, a las personas, el sentipensar, y la naturaleza; que cuestione el orden dado y la realidad construida para transformarla y liberarla. Si, como plantea Galafassi (2002) la ciencia es la separación del pensar y el obrar, es una obligación, para quienes trabajamos desde los derechos humanos, la recuperación de la humanidad, la afirmación y la apropiación del proceso de envejecimiento y la etapa de la vejez. En este sentido, es posible afirmar que la lucha en contra de la discriminación debe ser una tarea del Estado como ente rector en materia de derechos humanos; pero, también, de la sociedad civil, en tanto corresponsal de la construcción de los espacios de convivencia y de las estructuras sociales. En todos los casos, estas luchas deben tener como faro la construcción de una sociedad para todas las personas y todas las edades, que defina estrategias creativas que propicien la generación de espacios no violentos para el abordaje de las problemáticas sociales de este grupo en particular y la eliminación del edadismo. Prácticas consideradas como formas de violencia cultural de las que son víctimas las personas adultas mayores, pues se utilizan para legitimar la violencia directa o estructural.
Por lo anterior resulta tan importante pensar, desde todas las perspectivas, las resistencias, las luchas por la liberación y por la construcción de un nuevo contrato social donde imperen la justicia social y la dignidad humana; una liberación como la comprenden Dussel, De Sousa o Freire, entendida y utilizada como medio para vivir bien.
Conclusiones
La modernidad continúa como un ideal de progreso inalcanzable, un proyecto inacabado que persiste oprimiendo y violentando a todo aquello que cataloga como “otredad” y “diversidad”. Se fundamenta en el racionalismo como única forma válida de crear conocimiento e impactar la forma de envejecer y llegar a la vejez. Una estrategia de opresión es la creación de mitos y estereotipos que fijan una idea casi inamovible sobre cómo se interpreta y visualiza a las personas mayores, por ejemplo, que tienen un olor, (“huele a viejillo”) que se traduce en olor a decadencia, a muerte, e impone una idea de pasividad. Estos discursos no surgen por casualidad, sino que son creación de este sistema a partir de una narrativa que todo lo atraviesa y fija la idea de la vejez.
Con base en concepciones erróneas de lo que significa envejecer y de la etapa de la vejez, se ha elaborado, de forma negativa, un intrincado constructo sobre este proceso y esta etapa por cuanto se considera que la vejez es sinónimo de muerte, de falta de belleza, de tristeza, de deterioro, de enfermedad, de inutilidad o incapacidad de aprender, entre otros.
No se puede afirmar que la cultura costarricense es gerontofóbica, pero hay personas que, por un motivo u otro, consideran a las personas adultas mayores como inferiores, inútiles o sujetos de discriminación. Es parte del proceso social y cultural, así como responsabilidad estatal, dejar atrás esa perspectiva viejista. Las rupturas epistemológicas que se viven como resultado de una sociedad moderna en crisis, permiten re-pensar y re-estructurar conceptos o categorías de análisis que muchas veces se dan por sentados como es la vejez. Los imaginarios sociales mitificados y estereotipados de lo que significa la vejez deben de-construirse y re-significarse, pues se entiende que un mito como imagen o discurso erróneo discrimina y excluye al grupo poblacional al cual refiere; lo que, a su vez, se convierte en escenario perfecto para la violencia. En un mundo moderno que está envejeciendo como fenómeno poblacional, ¿cuáles son las condiciones propuestas para vivir esos años?, ¿cómo asegurar la dignidad durante esta etapa?
A partir del fenómeno del cambio de la estructura poblacional, el proceso de envejecimiento y la etapa de la vejez se convierten en reto y oportunidad sobre los que los Estados deben legislar, frente a una sociedad moderna que utiliza la razón para dominar, oprimir y someter a otras poblaciones, en este caso a las personas mayores. La razón de vivir ha terminado vinculada a la producción y, en este escenario, los derechos humanos son supeditados al discurso de un débil Estado democrático neoliberal, que se asienta en la narrativa de decir que respeta y promueve los derechos humanos, pero que lidera, amparado en políticas ideológicas neoliberales, y crea una clara y contundente contradicción. ¿Cómo aportan los derechos humanos a la construcción de la justicia en una sociedad terriblemente injusta?
Los derechos humanos se usan como praxis y como discurso, en el tanto tienen características hegemónicas que se ubican en el contexto desde el cual fueron creados; por ejemplo, la universalidad, la monoculturalidad, el eurocentrismo, el adultocentrismo y el individualismo. La filosofía de la liberación procura ahondar en estas características y analizarlas para plantear propuestas que incluyan a las periferias o los
sures; para generar una teoría crítica latinoamericana que confronte y deconstruya los derechos humanos como discurso hegemónico de los valores de la modernidad. Latinoamérica debe reconocer que, la política, el desarrollo económico y muchos de sus comportamientos y pensamientos sociales son herencia europea, por lo que el llamado es a la persecución autóctona de derechos humanos desde los sures.
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